Fiebre y lanza, de Javier Marías (Tu Rostro Mañana #1)

 


 ⭐⭐⭐⭐⭐

 ♫♫♫ El puente azul - Radio Futura ♫♫♫

 

Ya te he dicho que el mayor problema es que no solemos querer ver, no nos atrevemos. Casi nadie se atreve a mirar de veras, y menos aun a confesarse o contarse lo que ve de veras, porque a menudo no es grato lo que se contempla o vislumbra con esa mirada que no se engaña, con la más profunda que no se conforma nunca con atravesar todas las capas, sino que después de la ultima todavía insiste.

Pero nadie quiere ver nada y así nadie ve casi nunca lo que está delante, lo que nos aguarda o depararemos tarde o temprano, nadie deja de entablar conversación o amistad con quien solo nos traerá arrepentimiento y discordia y veneno y lamentaciones, o con aquel a quien nosotros traeremos eso, por mucho que lo vislumbremos en el primer instante, o por manifiesto que se nos haga.”


Escribir comentarios (no me gusta llamarlas reseñas porque no me parecen lo suficientemente objetivas) me ayuda mucho a reordenar el libro una vez leído, independientemente la experiencia de compartir lo leído. Pero es verdad que no las considero tanto reseñas porque tienen que ver más con mi experiencia personal a la hora de leer, y a veces reconozco que no soy lo suficientemente objetiva, en el sentido de que lo que destaco de un libro es precisamente lo que me sirve a mí misma, e igual no escribo estos comentarios con una perspectiva más amplia valorando los pros y los contras. Ya a estas alturas después de tantos libros he desarrollado un criterio tan personal que a veces me parece que voy por libre y mis comentarios acaban valiendo solo para mí, pero no llegan a ser lo suficientemente objetivos para que le sirva a quién me lea. Este libro de Javier Marías me viene muy bien para esta reflexión, porque al igual que empecé el comentario de Sonata Cartesiana con la reflexión de que la lectura de Gass me había servido como una exploración de mi misma, en el caso de esta novela de Javier Marías me ha ocurrido algo parecido, porque aun siendo Fiebre y Lanza una novela con un argumento salteado de un cierto suspense, lo que me parece más interesante no es tanto ese misterio argumental y en torno al pasado de la Guerra Civil sobre el que JM construye su novela, sino que las partes realmente fascinantes tienen que ver con la exploración intimista que hace el narrador de sí mismo. Deza, que se siente profundamente solo en Londres después de separarse (Descuida, no quiero decir que ahora te vayas a quedar para siempre, estoy seguro de que volverás a Madrid más pronto o más tarde, los españoles no aguantáis alejados de vuestro país demasiado tiempo; aunque seas madrileño, sois los menos añorantes”) y aunque se siente involucrado con una serie de personajes y con un cierto misterio, realmente se está explorando a sí mismo, haciendo plenamente partícipe al lector de ello.


Mientras que en una pantalla se ofrece la oportunidad de espiar y ver más y saber más por tanto, porque uno no está pendiente de las miradas devueltas ni se expone a su vez a ser juzgado, ni ha de repartir concentración o atención entre un diálogo en el que participa (o su simulacro) y el frío estudio de un rostro, de unos gestos, de las inflexiones de voz, las pausas falsedades.

...aunque mucha gente no dé nunca el paso ni cruce la raya, y así nunca salga de sus simples e inexplicables atracción o rechazo: para ellos inexplicables, al jamás dar ese paso y detenerse en lo epidérmico siempre.”


Como en la mayoría de las novelas de JM, aquí volvemos a uno de sus temas recurrentes de siempre, la necesidad de guardar secretos, y por supuesto no solo la necesidad de desenterrarlos, sino a la postre, la inevitabilidad de que se revelen. Me viene a la mente una cita de Mañana en la batalla piensa en mí, que en su momento me impactó y que de alguna forma ha vuelto a surgir una y otra vez como leitmotiv en sus novelas "Es cansado moverse en la sombra y espiar sin ser visto o procurando no ser descubierto, como es cansado guardar un secreto o tener un misterio...", porque en las novelas de  Marías sus personajes, sus narradores, siempre se mueven en la sombra, escondidos tras un espionaje metafórico que les hace querer ser partícipes pero al mismo no involucrarse, tal como dice, “detenerse en lo epidérmico siempre”. Siendo como es Fiebre y Lanza la primera parte de una trilogía, puede que tengamos la impresión de que no sepamos hacia donde nos va a conducir pero sí que vamos siendo conscientes de que de lo que se trata es de penetrar en la vida de las personas, de desentrañarlas, y eso solo se podrá hacer si hay alguien agazapado “espiando” y “analizando” a los demás, como será el caso de Deza, el narrador, un hombre con una habilidad especial para ver más allá de las apariencias de lo que una persona quiere aparentar, descifrando más allá del habla y del lenguaje corporal de la gente, o lo que es lo mismo, penetrar en sus secretos...


Toby me dijo que siempre admiraba, a la vez que temía, el don especial que tenías para captar los rasgos caracteristicos y aun esenciales, tanto exteriores como interiores, de tus amigos y conocidos, a menudo inadvertidos, ignorados por ellos mismos. O incluso de gente que habías visto de refilón o de paso.

Escucha, Jacobo: según Toby, tú tenias el raro don de ver en las personas lo que ni siquiera ellas son capaces de ver en sí mismas, o no suelen. O, si lo ven, o vislumbran, acto seguido rehúsan verlo: se dejan tuertas por el fogonazo y luego se miran ya solo con el ojo ciego. Ese es un don hoy rarísimo, cada vez más infrecuente, el de ver a a la gente a través de ella misma y directamente, sin mediaciones ni escrúpulos, sin buena voluntad, ni tampoco mala, sin esforzarse, cómo decir, sin predisposiciones y sin hacer dengues.”


Así que he aprendido a temer cuanto pasa por el pensamiento e incluso lo que el pensamiento aun ignora, porque he visto casi siempre que todo estaba ya ahí, en algún sitio, antes de llegar a él, o de atravesarlo. He aprendido a temer, por tanto, no solo que se concibe la idea, sino lo que la antecede o le es previo. Y así yo soy mi propio dolor y mi fiebre”. Realmente es difícil contar de qué va este primer volumen de la trilogía Tu Rostro Mañana, porque tampoco es que ocurran muchas cosas, independiente de que Jacobo Deza, un español recién separado que acude a una cena en Oxford que en un principio le parece sospechosa por lo anodina, aparentemente. Peter Wheeler, el anfitrión, un profesor que Deza conoció en Oxford y que fue una especie de mentor, le pide al narrador su opinión sobre Bertram Tupra, otro asistente a la fiesta. Desde un principio Deza sospecha que hay algo detrás de esta fiesta y en la petición que le hace Wheeler sobre observar a Tupra y pedirle su opinión sobre él: esta asombrosa capacidad o talento que tiene Deza para descifrar a la gente, es puesta a prueba justo en esta fiesta. No sabemos hasta qué punto será una encerrona o una entrevista de trabajo, para que si Deza pasa la prueba, pueda unirse a ellos en los servicios secretos. Wheeler y Tupra son espías (“Yo he sido espía, me dijo”) y aunque quieran convertir a Jacobo Deza en otro espía, yo no diría que esta sea una novela de espías porque aquí el argumento no es tan importante como lo es el estudio de personajes y sobre todo las reflexiones que hace Deza sobre su frustración ante lo incierto y poco fiable de la vida, y sobre todo, de la traición de las personas:


-Sí, las personas no son de una pieza, Jacobo, y tu padre está en lo cierto. Y nadie es para siempre así o de esta manera, quién no ha visto asomar pronto en alguien querido un alarmante e inesperado rasgo (y entonces se le hunde a uno el mundo); siempre hay que estar alerta y nunca dar por definitivo nada; o no todo, mejor dicho, porque algunas cosas sí son sin vuelta.“


Se puede decir entonces que este primer volumen es el reclutamiento por un equipo del servicio de inteligencia británico formado por sus antiguos conocidos y mentores de Oxford, aunque esto yo diría que es resumirlo muy superficialmente, aunque sí que puede ser una excusa para Javier Marías para volver a detenerse en otro de esos temas recurrentes suyos, relacionado con los secretos, y este es el de la identidad, o el de las diferentes identidades, que también ha surgido una y otra vez en otras novelas suyas, no tanto el espionaje sino el camuflarse bajo varias versiones de uno mismo: “Aprendí que lo que tan solo ocurre no nos afecta apenas o no más que lo que no ocurre, sino su relato (también el de lo que no ocurre). Jacobo Deza, también llamado Jaime, Jacques, Jack, Diego… dependiendo de las diferentes etapas de su vida o de los estados de ánimo de los demás, es llamado a lo largo de la novela por estos diferentes nombres y aunque se reconozca en todos, quizá el de Jacques sea con el que más cómodo se siente, que es con el que lo llamaba su madre. Así que ya antes de que Deza se involucre en este grupo de inteligencia, ya viene con parte de los deberes hechos, en el sentido de que sus nombres podrían ser sus distintas versiones de él mismo, y una vez corroborada su habilidad para descifrar los rostros, quizás sea la persona idónea para este reclutamiento.


La gente va y cuenta irremediablemente y lo cuenta todo mas pronto o más tarde, lo interesante y lo fútil, lo privado y lo público, lo íntimo y lo superfluo, lo que debería permanecer oculto y lo que ha de ser difundido, la pena y las alegrías y el resentimiento, los agravios y la adoración y los planes para la venganza, lo que nos enorgullece y lo que nos avergüenza, lo que parecía un secreto y lo que pedía serlo, lo consabido y lo inconfesable y lo horroroso y lo manifiesto, lo sustancia, el enamoramiento y lo insignificante el enamoramiento.” 

"El enamoramiento es insignificante, su espera en cambio es sustancial",  (Mañana en la batalla piensa en mí)


En Fiebre y lanza obtenemos una historia a medias pero sí que sabemos que hay una traición en el pasado relacionada con su padre durante la Guerra Civil Española. Los padres de Deza estuvieron muy involucrados durante la contienda y su padre estuvo a punto de morir a causa de la traición de su mejor amigo (“.. y rara es la confianza, que antes o después no se traiciona, raro el vínculo que no se enreda o anuda, y así acaba apretando y hay que tirar de navaja o filo para cortarlo"). Todo este pasado todavía influye a Deza porque no puede aceptar que su padre no viera venir esta traición, y que nunca tuviera la más mínima sospecha de su amigo. Es un tema central en la novela y la que dota la novela de un cierto suspense, pero al mismo tiempo es un hecho del pasado que lo ha convertido en quién es, un hombre que no revela nada bajo la superficie, hermético. Marías está continuamente dándole vueltas al hecho de que la mayoría de las personas son incapaces de ver más allá de sus narices, o se niegan a percibir la verdad cuando la ven. Manipulamos los hechos a nuestra conveniencia para que vayan encajando con lo que queremos ver, por este motivo, la habilidad que tiene Deza para desentrañar lo que hay bajo la superficie “interesada” de la mayoría de las personas, resulta un talento fundamental para predecir de qué sería capaces los individuos en un futuro (“porque los hombres llevan sus probabilidades en el interior de sus venas, y solo es cuestión de tiempo, de tentaciones y circunstancias que por fin las conduzcan a su cumplimiento”), una forma de adelantarse al futuro descifrando sus rostros para ese mañana, si seguirían siendo los mismos después de las distintas circunstancias de sus vidas, o serían capaces de traición.


Pero mira: lo que se planteó o se propuso ese grupo fue justamente averiguar de qué serían capaces los individuos con independencia de sus circunstancias y conocer hoy sus rostros mañana, por así decir: saber ya desde ahora cómo serían en el mañana esos rostros; y averiguar, por citar tus palabras o las de tu padre, si una vida decorosa lo habría sido de todas formas o lo era solo de prestado …

¿Cómo puedo no conocer hoy tu rostro mañana, el que ya está o se fragua bajo la cara que enseñas o bajo la careta que llevas, y que me mostrarás tan solo cuando no lo espere?”


El trabajo de Deza que será desvelar el secreto que se esconde en los rostros, es un tema fascinante porque el mismo Deza es un camaleón, el rostro de hoy y cómo será mañana, es lo que tiene que descifrar, así que como dije en un principio, más que una novela de suspense o de espías es sobre todo una novela sobre un estudio de personajes, y el personaje principal a descifrar será el mismo Deza, sonriente en su apariencia, hermético a medida que el lector quiere desentrañarlo. Cada pequeño gesto nuestro, inconsciente, revela mucho más de nosotros que lo que queremos transmitir. Y tal y como surge una y otra vez en la temática de Marías, aunque contar, hablar, es una cuestión de comunicación y confianza, las confidencias se traicionan continuamente, así que el silencio es la única vía segura. La comunicación, la confianza, la traición, los secretos y el silencio. Yo diría que este es el resumen de esta novela colosal que se corta abruptamente en pos de su segunda parte.


A veces resulta imposible explicar lo más decisivo, lo que más nos ha afectado, y guardar silencio es lo único que nos salva en lo malo, porque las explicaciones suenan casi siempre algo tontas respecto al daño que uno hace o nos han hecho.“

 

 

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