Foster, de Claire Keegan
⭐⭐⭐⭐⭐
♫♫♫ Cave - Future Islands ♫♫♫
"- She is a a quiet young one, this.
-She says what she has to say, and no more. May there be many like her, he says."
He llegado tarde a Claire Keegan pero una vez aquí, estoy segura de que la seguiré disfrutando mucho, es una intuición después de haber paladeado este relato largo, Foster (aquí traducido como Las tres luces), dos veces además. Mientras leía Foster, me venía a la cabeza Javier Marías, del que da la casualidad que estoy leyendo Tu Rostro Mañana, y me llaman la atención ciertas casualidades, aunque no tienen porque serlo, no creo mucho en ellas, quizás coincidencias o encuentros inesperados que se relacionan, porque la cita recurrente de Marías “callar, callar”, es un leitmotif en este relato de Claire Keegan: You don't ever have to say anything, he says. Always remember that as a thing you need to do”. Lo que comunica el silencio es mucho más poderoso que las palabras, sobre todo, cómo si en el caso de la joven narradora de Foster, el guardar silencio en momentos concretos, importantes, no viene a ser tanto una cobardía, una huida, sino que se convierte en un simbolo de fuerza y de valentía, en una auténtica elección personal. Hay que saber decir lo que hay que decir, lo esencial, y no más, tal como dice Kinsella durante un momento del relato porque una vez desbordada esta esencia, el resto se convierte en banalidad, en información gratuita, que puede hacer sufrir, causar dolor incluso. Marías decía en el primer volumen de Tu Rostro Mañana: “A veces resulta imposible explicar lo más decisivo, lo que más nos ha afectado, y guardar silencio es lo único que nos salva en lo malo, porque las explicaciones suenan casi siempre algo tontas respecto al daño que uno hace o nos han hecho.“ Me vino a la cabeza esta cita suya porque no puede encajar mejor en lo que nos vamos a encontrar en Foster: una niña, de once o doce años, que observa, piensa, analiza el mundo de los adultos, sin terminar de entender ciertos comportamientos y aun así, prefiere hablar solo cuando se le pregunta pero rara vez, se detiene a preguntar, solo lo hará cuando ya se enuentre en un entorno seguro en el que se sienta valorada. Este silencio que nos protege, que nos salva de la exposición a los demás es muy importante aquí en Foster, no tanto para evitar sufrir, sino más bien y sobre todo, para evitar hacer sufrir.
"Part of me wants my father to leave me here while another part of me wants him to take me back, to what I know. I am in a spot where I can neither be what I always am nor turn into what I could be."
Foster es un relato narrado en primera persona por una niña en la que no se especifica nunca su edad, quizás once o doce, ni su nombre, y que una mañana de domingo es casi arrancada de su casa por su padre para llevarla a casa de los Kinsella, donde se quedará, no sabrá hasta cuándo, mientras su madre se encarga de traer otro niño más al mundo. Tampoco se especifica cuántos hermanos tiene ya, ni su nombre, pareciera que Keegan obvie información innecesaria para quedarse siempre en lo esencial. Mientras viaja en el coche junto a su padre, en un par de pinceladas ya Keegan y a través de la perspectiva de la niña, nos ha hecho ver el entorno familiar del que proviene, los detalles en torno a su padre, despreocupado, algo salvaje, brusco, detalles totalmente conscientes por parte de la pequeña, un padre muy lejos de lo ideal y que por no conocer otro entorno, ha llegado a normalizar. En este coche ya somos conscientes también de que con una madre demasiado ocupada con la granja y con traer niños al mundo, y con un padre que apenas se ocupa de la granja, que se ausenta mucho y apenas le dedicará tiempo a la familia, será una niña que ha aprendido a callar y observar. Es una narradora además, adivinamos, con un mundo interior, que va adquriendo consciencia de sí misma y a pesar de la inseguridad que le supone que la arranquen de la casa familiar para ir a vivir con unos parientes lejanos y desconocidos, ha desarrollado un cierto estoicismo, no se queja, observa y calla.
"When she looks at my clothes, I see my thin, cotton dress, my dusty sandals through her eyes. There's a moment when neither one of us knows what to say. A queer, ripe breeze is crossing the yard."
No hay mucha más historia que la de una niña que llega y que es acogida por unos parientes mientras sus padres parecen ocupados en otras cosas. La llegada, el acomodo, el intentar encajar, y se va dando cuenta de cosas: su madre la peinaba pero no al igual que la sra. Kinsella, el señor Kinsella la coge de la mano cuando salen a pasear y ella desde su visión en la que todavía no reconoce las señales, siente algo diferente, una calidez que no había sabido detectar en su casa: Kinsella takes my hand in his. As soon as he takes it, I realise my father has never once held my hand, and some part of me wants Kinsella to let me go so I won't have to feel this. It's a hard feeling but as we walk along I begin to settle and let the difference between my life at home and the one I have here be. He takes shorter steps so we can walk in time. Para mí es aquí dónde está la grandeza de Keegan, su enorme sutilidad, porque lo que no se cuenta, lo suberráneo, lo que se intuye, es lo que de verdad impacta. El milagro de este relato estará en la toma de conciencia de la narradora a la hora de percibir las carencias que han gobernado su vida, su percepción de que existe otra vida en la que ella cuenta, es tenida en cuenta. Quizás por eso se ha convertido en una niña silenciosa que solo habla lo justo para protegerse, para no exponerse. Los pequeños momentos diarios, cotidianos, domésticos en casa de los Kinsella, se convierten en descubrimientos de vida para esta niña sin nombre: “But this is a different type of house. Here there is room, and time to think”. Claire Keegan se detiene precisamente en lo que no se dice, y para ello usa similes que relacionan la naturaleza con el día a día en la casa de los Kinsella:
"Mrs. Kinsella gives me a bar of yellow soap and my facecloth, the hairbrush. As we gather all these things together, I remember the days we spent, where we got them, what was sometimes said, and how the sun, for most of the time, was shining.
Everything about the night feels strange: to walk to a sea that’s awalys been there, to see it and feel it and fear it in the half dark, and to listen to this man saying things about horses out at sea, about his wife trusting other so she’ll learn who not to trust, things I don’t fully understand, thins which may not even be intented for me."
Y por supuesto que hay un subtexto, un nudo argumental que parece escondido porque no lo conoceremos hasta que nuestra narradora no vaya siendo consciente de él, se va revelando a través de la visión de una niña que tiene que ir desentrañándolo como si fuera el puzzle de la vida. Leemos entre líneas a través de la mirada curiosa de la niña, leeremos como en ella se va activando la conciencia que va teniendo de sus padres al compararlos con los Kinsella, y leeremos que ella no cuestiona las decisiones de los adultos, el callar, callar de Marías se hace aquí muy presente, para no sufrir pero sobre todo para no hacer sufrir. Es un sitio nuevo al que ha llegado y las palabras que conoce no sirven, tiene que inventar otras nuevas. Antes de ser arrancada de casa de sus padres, se había sentido anónima, sin embargo, gracias a este punto de inflexión en su vida, su estancia en casa de los Kinsella, ha dejado de ser anónima. Un relato prodigioso, contenido, doloroso e iluminador al mismo tiempo que me ha impactado, no tanto por la historia sino por cómo Keegan la transmite. Maravilla. (en 2022 se llevó al cine, y tengo que decir que aunque no me gusta comparar las adaptaciones con sus obras originales, la película de Colm Bairéad consigue captar muy bien estos silencios, y esta contención. Totalmente recomendable una vez leído el relato).
"Her hands are like my mother's hands but there is something else in them too, something I have never felt before and have no name for. I feel at such loss for words but this is a new place, and new words are needed.
"I try to remember another time when I felt like this and I am sad because I can't remember a time, and happy, too, because I cannot."
An Cailín Ciúin aka The quiet girl, 2022, Colm Bairead
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