Sonata Cartesiana y otros relatos, de William H. Gass

 

⭐⭐⭐⭐⭐

 ♫♫♫ Weinen Klagen Sorgen Zagen BWV 12 - JS Bach ♫♫♫


Leía a escondidas. Pero leía a escondidas al igual que otros niños fumaban o se acariciaban unos a otros a través de la ropa.

[...]

"Leía con miedo a la interrupción. Así que aprendí a leer deprisa. También leía sobre todo los primeros versos, los primeros capítulos, y me precipitaba por el resto, ya que mi oído, cuando se volvía para captar los pasos a lo lejos, arrastraba mi mirada con mi frente hacia el sonido."


Con Gass es cuando más siento el acto de leer como una exploración de uno mismo, ya sabemos que es además una experiencia totalmente solitaria por mucho que luego comentes lo leído pero es casi imposible poder transmitir a otra persona durante la lectura lo que este autor consigue revertir en tu subconsciente. Con Gass más que nunca funciona ese tópico de la soledad del lector, que realmente no es un tópico sino una verdad como un templo. Es difícil además poder transmitir el impacto de muchos momentos que son como cuchillos que se van clavando en el subconsciente porque su prosa es muy turbadora, impenetrable en muchos momentos pero al mismo tiempo profundamente musical, tanto que hubo momentos en que tuve que cerrar el libro por la belleza de algunos de estos momentos, y aquí tengo que reafirmar la figura del traductor, en esta caso Ce Santiago, porque es absolutamente fantástico como transmite este estilo salvaje, seco y lírico a la vez. Leer a William H. Gass es todo un desafío, lento en mi caso, pero profundamente revelador a medida que se va desplegando.


"No recordaba más de aquel poema de belleza brutal. Las palabras vagaban hasta sus ojos. Cuando estaba leyendo, siempre era verano bajo el fresno, y las palabras caían delicadas por sus pupilas como ceniza hollín polen polvo que depositándose tan despacio sobre las horas sobre los días de verano una estación una vida entera incluso que su acumulación era otra capa. Consuelo para la piel."

[...]

A veces tardaba en leer un poema como el de Nueva Escocia -por breve que fuera- semanas, o, más bien, tardaba semanas en registrar todas las palabras, y nunca en orden de impresión. Ese orden vendría después. Un día, por fin, cuadraba las lineas y las hacía marchar ante su mirada tal y como estaban impresas..”


En Sonata Cartesiana y otros relatos Gass aborda cuatro historias en las que sus personajes intentan interpretar, comprender, el mundo en el que viven y lo hace sobre todo lanzando al igual que a sus personajes, al lector, señales y símbolos para que puedan ir desentrañando este mundo casi agónico para ellos. No se puede decir que sus historias a primera vista tengan una linealidad pero sí es verdad que hay un cierto sentido del humor soterrado, muy caústico en momentos imprevistos en los que el lector puede estar perdido por cómo Gass se deleita en los pequeños detalles: sus personajes son  su excusa para que su arte cobre sentido a través de las palabras: las reinventa, las interpreta, las redefine en una especie de bucle que parece no tener fin, y si entras en el juego, la experiencia de leer a Gass se puede convertir en una adicción, porque una frase, un párrafo gassiano, le abre la mente al lector a asociaciones que le llevarán más allá de lo que tiene delante.


"Era pequeña y flaca, mi madre. No había quien la animara. Un vestido, una copa, un pollo asado, para ella era todo lo mismo. Iba por la casa sin esperanzas, sin aire. La vi sonreír una vez pero no fue agradable, más como una grieta en un plato. ¿Qué demonios había hecho para que se hiciera tan poco por ella?  Me cosía la ropa, pero los dobladillos estaban torcidos."

[…]

Ajetreada de aquí para allá como una abeja sin zumbido. Permaneciendo inalcanzable, ahora lo sé. Pasando un paño por los espejos para librarlos de cualquier imagen. Plantada en su lejanía a fuerza de fingir cuidado y atención y orden y limpieza y pulcritud y barrer y remendar y fregar y abrillantar. Casada con un tarugo de tipo. Creo que se avergonzaba de cómo lo había dejado vivir."


De los cuatro relatos, el primero de ellos, “Emma entra en una frase de Elizabeth Bishop”, me ha volado literalmente la cabeza, aunque tengo que decir, y siendo este mi favorito, que los otros tres relatos no se quedaron cortos, solo que este primero me pilló por sorpresa, por los giros, la sequedad que se mimetiza con una poesía imprevista, casi inesperada por lo agreste de lo que está contando. En este primer relato, Emma parece ir haciéndose invisible fisicamente debido a un entorno que la va engullendo, pero a medida que esto ocurre y se va haciendo más pequeña, la poesía de Elizabeth Bishop, Marianne Moore o Emily Dickinson, único escape, también la van engrandeciendo mentalmente, tanto que va adquiriendo entidad por sí misma. Es un relato que me ha impactado profundamente, por cómo Gass elige las palabras, por cómo disecciona la mente, y el entorno de Emma. Es un relato hermosísimo y muy desconcertante en el que Gass pretende demostrar que las palabras pueden redimir al mundo, por muy mal que este vaya.


"Qué crees tú que tramaba Proust, me preguntó con falsa entonación retórica. ¿Qué clase  de delito grave había cometido que exigiera tantas palabras en franchute para ocultarlo? Recuerdo mi cara de perplejidad... porque estaba perplejo. Proust confesó ante su escritorio, no ante un cura. Sabía que su novela lo consolaría, que su arte lo perdonaría."


El segundo relato “El maestro de las venganzas secretas” se centra en el personaje de Luther Penner obesionado por una teología que se va fragmentando en una religión en la que la venganza será la esencia de su creencia. Luther será un personaje excesivo, inestable, carcomido por un fuego interno del que no puede liberarse; Dios que se le aparece en forma de Satán, desde su adolescencia hasta la su madurez, una historia entre el horror y el humor. En el tercero de los relatos, otro de mis favoritos “Bed & Breakfast”, un viajante de comercio, Walter Riff, se obsesiona de una de las habitaciones del mótel en el que se hospeda, tanto que decide no marcharse más. Otro relato que me ha llegado al alma por la soledad que destila el personaje de Walter, tan desapegado del mundo, que encuentra un agarradero a su vida en esa habitación de motel a través de los objetos, de los libros que encuentra, abandonados por otros que estuvieron ahí antes que él, le harán sentirse conectado con el mundo.


Libros que en su día se abrieron ante los ojos de alguien. Que descansaron un tiempo en la mesita de noche de alguien. Quizás junto a una flor. Y que sostuvieron nanos consideradas, apoyadas en una barriga acogedora. Luego acabaron sin duda en una balda con otros. Y finalmente al desván. Pero la muerte había dispersado la colección. O los dieron a la beneficiencia.

[...]

Cómo coincidieron aquí por casualidad, cómo habían suplicado hasta que los eligieron, cómo llegaron a ser escritos, cuál era su puesto en la familia del autor. Y también habría una historia, o quizás solo una anécdota, que explicaría una sobrecubierta rota aquí y allá, o un lomo maltratado, esa parte que dañó el agua, esa un poco descolorida por el sol. Horquillas a modo de marcapáginas que revelaban dónde había abandonado la lectora; páginas dobladas por las esquinas señalaban una pausa.


En el último de los cuatro relatos, y el que da título a este libro, “Sonata Cartesiana”, Gass cuenta la historia de Ella Bend Hess, que se considera una clarividente porque oye sonidos, señales impalpables que la hacen tomar consciencia de la vida que lleva junto a un marido tan convencional cuando ella se ve a si misma totalmente diferente: Así regresaba el pasado, por un puente de dolor, y lloraba por su niñez cuando la revivía como lloraba por todo lo inmortal. Condenado, eternamente, a ser. Sus ojos se llenaron de lágrimas y notó cómo intentaba moverse. Quiso rodar hasta el agua y ahogarse. Esta vez sé qué hacer, pensó”. El retrato que hace Gass de este matrimonio, a través de fragmentos aparentemente inconexos desde la mente de Ellen, convierten este relato en el estudio de una vida interior, el de una mujer que no tiene salida: Te voy a decir yo lo que es real. Yo. YO SOY REAL. Y ella había sonreído desde el suelo, una sonrisa se expandía como el sirope, tan colmada de lástima lenta y dulce por él que podría haberla matado...”

 

Para Ella el espacio no era espacio, eran señales. Todo emitía: una flor su aroma, un murciélago sus chillidos, una lima su rugosidad, un limón su acidez, una niña su hermosura, una calle en verano su calor de verano, cada músculo su movimiento; en el espacio había más olas que en el océano...”

[...]

De Ella Bend podía decirse que era clarividente porque poseía una cantidad anormal de receptores sensitivos. Era atención y antenas casi en su totalidad.”



Realmente los cuatro personajes que protagonizan estos relatos no son otra cosa que la excusa de Gass para explorar la mente, la materia y Dios. No solo sentimos una profunda empatía por ellos, por la soledad que los circunda, sino que Gass es capaz de hacernos transmitir, una vez más, esa máxima proustiana por la que el arte será lo único que nos hará redimirnos, en este caso, la palabra de Gass. Se mueve entre la narración en tercera persona y el monólogo interior, el flujo de conciencia inabarcable que le habla directamente al lector, haciendo quizás, que ambos, personaje y lector, se sientan menos solos en esta aventura gassiana. Cada  uno de los relatos de esta Sonata Cartesiana trata de un personaje, una historia y una vida interior: Emma, Luther, Walter y Ellen. Leer a Gass puede ser un desafío, sí, pero, la recompensa está ahí. Gracias a Navaja Suiza Editorial por traernos a Gass una vez más.

La traducción es de Ce Santiago.


Tendría que marcharse como si fuera a trabajar y permanecer un buen rato ilocalizable para que pareciera que era una persona de enjundia y tenía trabajo que hacer.
(...)
Él, Walter Riffaterre, solo tenía que aprender a comportarse, integrarse y
cantar al unísono.”

Comentarios

Entradas populares de este blog

[Leyendo] ...Octubre...

Mis fantasmas, de Gwendoline Riley

El Tiempo recobrado, de Marcel Proust (En Busca Del Tiempo Perdido #7)