Mis fantasmas, de Gwendoline Riley

 


⭐⭐⭐⭐

♫♫♫ Ghosts again - Depeche Mode  ♫♫♫


No puedo decirte cómo tienes que vivir, mamá. Pero aquí todo tiene pinta de ser un poco provisional, ¿no? Como si pensaras que algo va a sacarte de todo esto, así que da lo mismo. Como si hubiese otra cosa a la que huir.”


Confieso que aunque en un principio me atraía mucho leer a Gwendoline Riley, también me acerqué a este libro con algo de desconfianza. Ya se están convirtiendo en algo repetitivas las historias de familias disfuncionales, y estirando aun más el chicle, las historias de los tiras y aflojas entre madres e hijas. Muy poquitos autores saben contar esto bien y que no suene a falso, a historias forzadas que de alguna forma quieren aprovechar las modas imperantes. Al principio pensé también que esta autora podría tirar hacia la autoficción, y la verdad es que es otro tema en ese aspecto que también está muy en boga y de la que estoy algo cansada. De lo poco que llevo leído sobre ello,  Kate Zambreno en su Book of mutter es quién más me ha impactado por lo natural que suena, porque esto de que una novela te emocione por los temas que toca, no es tan fácil y la Zambreno lo consiguió en su momento, pero ya digo que me sorprendió gratamente descubrir que esta obra de Gwendoline Riley no era autoficción, sino una novela y el hecho de que esté escrita en primera persona puede dar lugar a ese engaño, porque la Riley ahonda tanto en la llaga, que durante un momento de la lectura me tuve que replantear y dudar de si realmente era autoficción o no. Este es uno de los detalles que más me han convencido  del estilo de Gwendoline Riley, y es el hecho de que inconscientemente vaya calando tanto en una narración aparentemente nada llamativa pero aquí es dónde está su secreto: cala de verdad, sonríes, te turbas, incluso te enfadas con la madre o con lo hija pero como tampoco hay grandes dramas, sino un día a día en diferentes encuentros, es un impacto que funciona más a un nivel cerebral en el que el lector es el que se tendrá que  ajustar y ahondar en los diálogos:  la autora huye de cualquier manipulación y deja que sea el lector el que vaya montando el rompecabezas emocional en su cabeza. Gwendoline Riley en ningún momento se pone sentimental ni rebusca en el corazoncito del lector, sino en un estilo fluido, directo e incluso elíptico, consigue el más difícil todavía: calar.


Odio. Odio. Odio. Pero mi madre no odiaba. No era más que una palabra que usaba. No era más que su manera de anunciarse. Pensaba que sonaba vital y deslumbrante. Pensaba que la diferenciaba.”


Es difícil no sentirse identificada con algunas escenas, porque esta brecha entre padres e hijos a veces puede ser dificílmente soportable, y ya sabemos que la familia es un tema que puede llegar a ser muy tóxico por lo que exigen de uno. En el caso de esta novela, la narradora, Bridget Grant, ha tenido una infancia traumática debido a la separación de sus padres, eso le pasará factura ya de adulta. Su padre, un egocéntrico de libro,  fallecido unos años antes, dejó una huella que contará en diferentes encuentros que pueden resultar muy divertidos pero al mismo tiempo muy incómodos para la niña que fue Bridget, y con una hermana con la que apenas tiene contacto, ve a su madre solo un par de veces al año: “Las dos sabíamos que no valoraba la calidad ni la esencial de ningún encuentro. Exactamente por eso no quería que sucediera.“ Encuentros obligados un par de veces al año que  Bridget  cuenta en primera persona a lo largo de diferentes momentos durante unos años sazonado de retazos de su infancia, como por ejemplo, cuando su padre la recogía a ella y su hermana para pasar el fin de semana que le tocaba, en la que ambas hermanas miraban por la ventanilla del coche avergonzándose, por ejemplo, de la cháchara del padre.... Durante la mayor parte de la novela, Bridget intenta mantener un contacto mínimo con su madre, de cumpleaños en cumpleaños,  resultando en unos encuentros incómodos en los que no se entablan conversaciones como tales sino que hay una nube de incomodidad siempre en la atmósfera, una turbación que Gwendoline Riley consigue traspasar al lector, que llegado un punto, se siente un invitado más a la mesa queriendo dar media fortuna por esconderse en un rincón. Una novela basada en diálogos chispeantes pero con una profunda carga psicológica, en la que el lector pronto irá captando que en estos diálogos se esconde mucho más de lo que percibimos a simple vista. Hay un autocontrol continuo por parte de Bridget para no estallar y echarle en cara su infancia a su madre, y esto se percibe perfectamente en la tensión que casi consigue palparse durante la lectura de esta novela.


"La ví muy pequeñita, colgada entre las dos muletas grises. También la vi más vieja, pero es que hacía años que no la veía a la luz del día, aunque la luz diurna que entraba en aquel descansillo era bastante tenue"


El trabajo de la autora es muy sutil, ahonda con una habilidad que admito que me parece muy dificil de conseguir. Esa obsesión que ejerce Bridget por el hecho de que su madre no invada su espacio, su vida privada, intentando mantenerla alejada y estableciendo solo encuentros en restaurantes alejados de su casa, casi que dicen más de la hija que de la madre. Es fascinante el retrato que la autora hace de la madre, Hen, insegura, frágil, acomplejada, siempre huyendo, pero es quizás más fascinante lo que vamos averiguando de Bridget, su hija, porque al ser una narración en primera persona, conoceremos a su madre solo  desde su perspectiva, desde su visión de la niña que aun sigue siendo por no haber superado los complejos de su infancia... En apenas dos pinceladas, la autora ha hecho un retrato brutal de dos mujeres, que se parecen mucho más de lo que ellas creen. En apariencia están en polos opuestos, pero no sé hasta qué punto Bridget es consciente de que esa distancia que ejerce hacia su madre o hacia su hermana, la convierten en un alter ego de su madre, porque de alguna forma Bridget ha triunfado en la vida, pero emocionalmente tiene las mismas carencias que su madre.


"- Pero... tampoco era nada personal -dijo John mientras escurría el estropajo-. No tenía nada que ver conmigo ni contigo. Está claro que le da miedo implicarse. Y eso es muy triste. Triste y una defensa. Voy a explicarlo mejor, tú madre estaba en una realidad a priori. Ha sido mi sensación. Una realidad que no iba a ceder ante otra realidad.

- La realidad de la realidad."


Ha sido una lectura que he disfrutado muchísimo por lo que consigue transmitir Gwendoline Riley; el estudio de personajes es bestial por lo sutil y por el fínísimo hilo, no tanto que separa a madre  hija sino porque será un hilo que, milagrosamente, todavía las mantiene unidas, un hilo que en cualquier momento podría romperse, y el diálogo ilustra con inteligencia la relación de ambas. Una lectura incómoda, reconocible y totalmente viva. Menos es más, y en este aspecto esta autora triunfa. He adorado el personaje de la madre, Hen, con qué sutil emoción la retrata a través de sus diálogos inseguros, evasivos, huidizos. Aparentemente está todo en los diálogos, pero lo que no se dice esmucho más revelador. Gwendoline Riley es de las buenas. Tiene talento. No la dejéis escapar.

La traducción es de Ce Santiago.


"Al igual que con el odio por su trabajo, por el lugar dónde vivíamos, al igual que con su matrimonio y con haber tenido niños a modo de mascarada de alto riesgo, concebida para engañar a todos menos al Especial, quien se suponía que vería más allá de todo aquello: su aislamiento no podía sino apuntalar todavía más su autoimagen. Era la inadaptada del cuento de hadas. La niña cambiada al nacer. Solo tenía que esperar y ser valiente."

 

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