Maestros antiguos, de Thomas Bernhard
⭐⭐⭐⭐⭐
♫♫♫ Devastation - Suicide ♫♫♫
“Es mejor leer doce líneas de un libro con la mayor intensidad y, por consiguiente, penetrarlas por completo, como puede decirse, que leer todo el libro como un lector normal que al final conoce tan poco el libro que ha leído como un pasajero aéreo el paisaje que ha sobrevolado . Yo entro en un libro y me establezco en él en cuerpo y alma.”
A estas alturas no sé que mucho más que decir de un autor que se ha ido convirtiendo poco a poco en uno de mis favoritos, y realmente, tengo la impresión de haberlo dicho ya todo sobre él, especialmente desde que a principios de este año me leí su Autobiografía, que yo diría que quién se quiera aproximar a él, debería empezar por ahí. El caso es que este libro que me ocupa lleva como subtítulo Una Comedia, y es cierto a lo largo de este monólogo de 200 y algo páginas, no puedes por menos que sonreír de vez en cuando por esta mala leche que se gasta Bernhard: quizás de todas las novelas que llevo leídas suyas es dónde menos se corta un pelo, no deja títere con cabeza en ninguno de los temas que va tocando, sus temas recurrentes de siempre, su amor-odio a Austria (en algún momento hasta llega a decir que la ama), o el Estado como el origen de todos los males que todo lo cercena, y que deja al ciudadano en un estado crónico de bobería. Bernhard a mi me resulta una delicia porque leyendo entre líneas, veo más cosas, veo vulnerabilidad, inseguridad, veo un afán por querer acercarse y que se le tome en cuenta, aunque a priori quiera aparentar lo contrario,, y aunque suene desesperanzado, a mi siempre me parece leyéndole que conserva un pequeño resquicio de esperanza en el ser humano.
“Miento cuando digo que no me interesa la opinión pública, que no me interesan mis lectores, miento cuando digo que no quiero saber nada de lo que piensan sobre lo que escribo, en eso miento, en eso miento de una forma muy vulgar, dijo, porque me desvivo ininterrumpidamente por saber lo que dice la gente sobre lo que he escrito, quiero saberlo siempre y en todo momento, y diga lo que diga la gente sobre mis escritos, me afecta, esa es la verdad. “
De lo que llevo leído hasta ahora de TB tengo que decir que es la novela dónde menos trama he encontrado, aunque esto pueda ser una impresión engañosa, pero realmente no es tanto una novela en torno a un argumento sino que en mi opinión va más sobre poder comunicarse a través del lenguaje. Un largo párrafo de casi 200 páginas no es una sorpresa en este autor pero el monólogo en tono de comedia negra poniendo verde hasta al apuntador, tengo la impresión de que gira en torno exclusivamente al lenguaje. Reger, un filósofo musical, que escribe en el Times (sus obras maestras, según él mismo define sus artículos) pareciera el mismo Bernhard despreciando a los lectores pero al mismo tiempo muriéndose por una pequeña atención. Reger escribe para el Times pero en Austria no es leído, así que se puede decir que hay aquí un eterno tira y afloja entre el deseo por brillar y al mismo tiempo un desprecio por ese ninguneo. Reger lleva treinta años visitando día tras día el Museo de Historia de Arte y ocupando el mismo banco intentando desentrañar errores en las pinturas de los Maestros Antiguos, pero sobre todo en la Sala Bordone, frente al retrato de Tintoretto, "Retrato de un hombre de pelo blanco”. En ese banco, conoció a su esposa, que un buen día usurpó su banco frente al cuadro. Es Irrsigler, un vigilante del museo, quien día tras día se ha encargado de guardarle el banco, un banco donde reflexiona sobre lo mal que funciona todo, sobre lo horrorosa que es Austria, sobre lo mediocres que son la mayoría de los artistas y sobre todo, sobre la infelicidad de su vida desde la muerte de su esposa, una muerte de la que culpará también a todo el mundo.
“Realmente pienso que el Kunsthistorisches Museum es el único punto de fuga que me ha quedado, dijo Reger. Tengo que venir a ver a los Maestros Antiguos para poder seguir existiendo, precisamente a estos, asi llamados Maestros Antiguos, que al fin y al cabo aborrezco desde hace ya mucho tiempo y desde hace muchos decenios, porque en el fondo nada nada aborrezco más que estos llamados Maestros Antiguos, y sin embargo son ellos los que me mantienen vivo.”
En ese banco del Museo de Historia del Arte de Viena en el que se reúne Reger en una rutina de años, llegado un punto, esta rutina se ve interrumpida por una petición que Reger le hace a su amigo Atzbacher, así que desde que comienza la novela hasta el final no sabremos el motivo por el que Reger ha convocado a su amigo en ese banco a interrumpir precisamente su rutina. Frente al cuadro del hombre de la barba blanca Reger medita, insulta, se enfada, añora a su esposa, y añora una infancia entre la felicidad y el infierno…pero realmente toda la novela es una excusa, no solo para escarbar en los temas de siempre de TB sino en el concepto del arte para mantenerte vivo, porque aunque abjura de todo arte en esta novela también confesará que será el arte el que lo mantiene vivo...Se puede decir que lo que hace Reger día tras día buscando los defectos en cualquier obra de arte, será su forma de deconstruirlo, no solo para encontrar faltas sino sobre todo para darle un sentido a su vida. Y ahora que lo pienso esto me recuerda a la novela de Blake Butler que leí hace poco, Alice Knott, y que se puede decir que también era una deconstrucción y descomposición del arte en una excusa para mantenerse vivo.
“Mi infancia fue tanto una hermosa infancia como una infancia horrible y horrorosa, pienso, en la que, en casa de mis abuelos, podía ser un ser natural, mientras que en la escuela tenía que ser el ser estatal, en casa, con mis abuelos, era el natural, en la escuela era el estatal, medio día era el natural, medio día el estatal, medio día y, por consiguiente, por la tarde, era el natural y por ello el feliz, y medio día y, por consiguiente, por la mañana, era el estatal, y por ello el ser infeliz. Por la tarde era el más feliz, pero por la mañana el más infeliz que se pueda imaginar. Durante muchos años fui por la tarde e ser más feliz, por la mañana el más infeliz, pienso. Con mis abuelos en casa era un ser natural y feliz, en l escuela abajo, en la pequeña ciudad, era un ser antinatural e infeliz. Si bajaba a la pequeña ciudad, iba a la infelicidad (¡del Estado!), si iba a la montaña con mis abuelos a casa, iba a la felicidad.”
La trama de Maestros Antiguos tiene lugar exclusivamente en el Museo de Historia del Arte de Viene. Durante la primera parte de la novela será Atzbacher quien observa desde una sala contigua recordando la conversación que tuvo con Reger el día anterior, la recuerda como narrador. Luego se encuentra con él y hablan y finalmente Reger le hace la petición. Irrsiger, el vigilante será, la sombra, el tercer personaje revelador de esta novela: “De cuántas cosas hablamos con personas que no nos importan lo más mínimo, dijo, porque necesitamos oyentes. Necesitamos oyentes y un portavoz, dijo. Durante toda la vida deseamos un portavoz ideal, pero no lo encontramos, porque el portavoz ideal no existe.” Como dije al principio, y como suele suceder en la última etapa de la obra de TB, apenas hay narración, o acción, sino que es una especie de compendio de conversaciones entre Reger y Atzbacher, así que estas conversaciones fueron transcritas desde la perspectiva de Atzbacher por un tercer anónimo, una especie de juego que se trae entre manos TB, no sé bien si para jugar y probar al lector pero resulta casi siempre una experiencia absorbente para este último desentrañar al narrador, quién es realmente, si se está enterando bien o es que Bernhard al final ha conseguido engañarle y reírse de él...
“Siempre he aborrecido las aglomeraciones humanas, durante toda mi vida las he evitado, nunca he ido a ninguna asamblea, de la clase que fuera, a causa de mi aborrecimiento por las masas, como tampoco Reger, por cierto, nada aborrezco más profundamente que la masa, la multitud, la realidad es que creo continuamente que, incluso sin buscarla, seré aplastado por la masa o por la multitud
Ya de niño me apartaba de ella, de la masa, aborrecía la multitud, la aglomeración de gente, esa concentración, esa bajeza y aturdimiento y mentira. Tanto como tendríamos que amar a cada individuo, pienso, aborrecemos la masa. “
Un detalle que me llama la atención es que en ningún momento TB describe el cuadro del hombre de la barba blanca sino que juega con las impresiones que puede despertar en el lector y ya digo que aunque aparentemente no haya argumento y sea un largo monólogo y diatriba de Reger poniendo verde todo lo que le rodea, Bernhard sin embargo no puede esconderse eternamente ni ser un cascarrabias continuamente y hay varios momentos, flashbacks que surgen durante la novela y que destacan esa esperanza en el ser humano por ejemplo, cuando revela esa emoción tras la muerte de su esposa y confiesa que aunque queramos estar solos, realmente es una ilusión autoimpuesta, así que se puede decir que ante una ausencia, ante esa soledad obligada, Reger convierte el arte en un reemplazo. Imagino que también para Bernhard. “No debemos penetrar en una persona con la que tenemos una relación ideal más allá de lo que hemos penetrado ya, porque si no, destruiremos esa relación ideal, dijo Reger".
La traducción es de Miguel Sáenz.
“La verdad es que la música me salva una y otra vez, el hecho de que la música siga viviendo, aun en mí y la verdad es que vive en mí como el primer día. Salvado cada día de nuevo por la música de todas las cosas atroces y repulsivas, dijo,, eso es convertirse otra vez por la música todas las mañanas en un ser que piensa y que siente, ¡comprende!, dijo.”
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