Henri Duchemin y sus sombras, de Emmanuel Bove
⭐⭐⭐⭐
♫♫♫ I Dreamed I dream - Sonic Youth ♫♫♫
"¡Contar mi vida! ¿Acaso se le cuenta la vida a un amigo? ¿Es posible contar la propia vida sin mejorarla o sin empeorarla, sin mentir? En cuanto a las confidencias, ¿es posible hacerlas solo porque te lo pidan? Hablarle de mi vida y de mí a un recién llegado, no, no era posible."
Con este libro de Bove me he saltado una de mis reglas que es la de no leer dos libros seguidos de un mismo autor, bueno, me la salto a veces, sí, pero no es habitual pero en este caso y tras Un padre y su hija, me quedé con las ganas de saber algo más de los personajes de Emmanuel Bove, así que elegí esta pequeña colección de relatos que la verdad ha resultado una delicia, aunque algún que otro relato se le nota que ha pasado el tiempo por él, sobre todo en torno a una cierta condescendencia de Monsieur Bove en torno a las mujeres, que no vale la pena destacar aquí con ninguna cita, porque no me quedó muy claro si ese pequeño ninguneo hacia la mujer es tal cual o solo resultado del relato en cuestión. No sé bien todavía, pero como pienso seguir leyendo a Bove, a ver si me lo aclaro. El caso es que el comentario en torno a Henri Duchemin y sus sombras va a ser la excusa para extenderme sobre todo en el primer relato “Crimen de una noche”, un relato espectacular que define muy bien la escritura de Emmanuel Bove.
“- No me sea ridículo. Si se siente desgraciado, lo que tiene que hacer es suicidarse.
Henri Duchemin se puso colorado. Pasó un minuto pensando qué responderle.
Como no se le ocurría nada, se levantó y se fue con el corazón cargado de amargura”
En Crimen de una noche nos encontramos con un personaje prototípico de Bove, Henri Duchemin, que vive en una pobreza relativa, en búsqueda eterna de un poco de amistad y de amor. Es la víspera de navidad y se encuentra solo, apartado del mundo, buscando desesperadamente un asidero humano al que agarrarse y este primer relato ilustra la capacidad de Bove para moverse entre el límite de lo onírico y un mundo ideal soñado, y la más triste y cruda realidad. En esta nochebuena Henri Duchemin se hace amigo de alguien que le convence para asesinar a un banquero con la promesa de hacerse rico. Este asesinato será la excusa de Bove para poner a su personaje al pie del abismo. La gracia de Crimen de una noche está en cómo Bove nos introduce en la mente de Duchemin, no tanto obsesionado por las implicaciones morales del presunto asesinato, que yo diría que no le quitan el sueño, sino que será un asesinato que acepta cometer para sentirse menos solo, y reafirmarse en el hecho de poder conservar un amigo, así que se puede decir que es su soledad, más que el deseo de hacerse rico, la base de su crimen.
“Mientras todo el mundo hablaba al mismo tiempo, Henri Duchemin empezó a comprender que no lo querían. Se le reveló la fealdad de la vida. Hasta ese momento, mientras estuvieron escuchándolo, había vivido en un sueño.”
En los relatos
posteriores, Bove se embarca de nuevo en el tema de la amistad como
en “Otro amigo”, y en “Visita por la noche” un
amigo le pide a otro que le ayude a confirmar el adulterio de su
esposa (“Así que dejé de pensar en ella. ¿Se ha
fijado usted en que son precisas varias horas de ausencia para
acordarse de la mujer que amas cuando se ha ido por iniciativa
propia?”). Siete relatos en los que se
repiten una y otra vez los temas de amistad, adulterio, la obsesión
por salir de la pobreza o el suicidio, porque en el universo de
Emmanuel Bove, la amistad no es algo confiable, como tampoco lo es el
amor en el sentido de que sus personajes, hombres inseguros,
frágiles, que ejercen un autovictimísmo continuo, siempre acaban
dudando de ellas, o sus amigos masculinos los acaban defraudando.
“Ese
almuerzo lo recordaré toda la vida. Hubo tanta confianza entre el
señor Boudier-Martel y yo, tantas finezas que hoy en día me cuesta
creer que de todo aquello no quede nada”.
Ya comenté en anteriores reseñas, que me parecía
más una carencia de base no tanto basada en los demás sino del
propio personaje, que cuestiona a los demás por la distancia pero al
mismo tiempo tampoco se exponen lo suficiente para establecer los
vínculos ansiados así que acaban convencidos de que están mejor
solos. Así que en el mundo de Bove el afecto o el amor o la amistad
siempre acabarán siendo traicionados: sus personajes se enfrentan a
esta traición casi orgullosos porque mentalmente ya se han
autoconvencido y autojustificado de que siempre tienen razón. Es un
mundo de paranoia, obsesión recurrente y desapego continuo porque incluso tomando a las personas que se van encontrando como son, los personajes de Bove siempre acabarán decepcionados.
“Quien no me conozca bien podría creer de entrada que soy una persona difícil y que de ahí vienen mis desdichas. No, solo pido un poco de amistad. Sé que es muestra de una gran sabiduría no pedirles a los hombres más de lo que pueden dar. Hay que tomarlos como son. Lo sé. Me conformo con tomarlos como son. Pero incluso eso se me niega.”
“Harto de buscar, se sentó en el sillón y cerró los ojos para no ver la oscuridad”. Los hombres de Bove son frágiles, por supuesto como resultado de esa Primera Guerra Mundial de la que venían no solo ellos sino el mismo Bove, sufren insoportablemente porque no saben gestionar el día a día así que al final siempre acabaran echándole la culpa al mundo porque se sienten solos e incomprendidos. Casi todos los relatos, como ocurría en “Mis Amigos”, comienzan con normalidad, sintiéndose ellos con expectativas pero a medida que avanzan, su propia mente le juega malas pasadas, un sobrepensamiento de la mente que les hará imaginar hechos que podrían ocurrir pero que igual no van a ocurrir nunca, y así se irán fracturando lentamente, no sabremos tampoco realmente si la gente que rodea a estos personajes son realmente como nos las describe el personaje, o son resultado de su mente paranoica: “Escuchó sin respirar. Tenia miedo. Quiso correr. Pero le flojeaban las piernas, como en la guerra, cuando llevaba un compañero haciendo las veces de camillero.”Así que se puede decir, o es la impresión que voy teniendo, de que los personajes de Bove tienen un conflicto continuo entre querer establecer relaciones significativas y su propio desprecio o rechazo a establecer vínculos, es una dicotomía y una contradicción que se repite una y otra vez. Los personajes de Bove quieren desesperadamente agradar, enamorar, establecer conexiones, y mientras se obsesionan con esto, se van angustiando cada vez más, no tanto por la infelicidad que les produce sino porque quieren verse reafirmados a través de los demás. La pobreza los hace inseguros, pero también desconfiados porque están continuamente dudando de cómo son percibidos por su entorno.
“No escribo a menudo, así, a vuelapluma. Para que me decida a hacerlo tiene que haberme pasado algo realmente grave. Por eso le pido, estimado señor, que sea indulgente. No tiene usted ante sí a un escritor, sino a un hombre que sufre y busca la clave que se lo explique todo.”
No he buceado mucho en la vida de Emmanuel Bove pero imagino que continuamente está hablando de sí mismo y a través de sus personajes se confiesa y busca esa autoestima en continua quiebra. Y lo que más me sigue fascinando de su narrativa es su estilo, porque aunque nos presente a personajes en continua angustia existencial, inseguros, frágiles, queriendo amar pero dudando continuamente de poder ser amados, sin embargo esas dudas no se reflejan en su estilo que se revela seguro, firme, directo. Sus frases son cortas, apenas revelando detalles y sin embargo, desvelándolo todo entre lineas. Enganchan y atrapan enseguida porque Emmanuel Bove tiene una capacidad innata para convertir al lector en cómplice de sus historias. Sus historias fluyen entre el argumento que nos presenta y el pensamiento más íntimo del personaje protagonista, así que es como si hubiera dos lineas argumentales paralelas en sus historias: el del yo íntimo y el hilo argumental básico, y es en este yo íntimo dónde Bove ejerce la extraña sensación de estar contándonos un secreto. Y no es tal el secreto, simplemente nos está revelando sus miedos.
La traducción es de Maria Teresa Gallego Urrutia y Amaya Garcia Gallego.
"¿De dónde me venía la tristeza? Mis libros, todos mis libros dormían en la biblioteca. Nadie había hablado mal de mi. Estaba en el centro de todo. Así pues, no debía sentir temor de que los acontecimientos, libres de mi presencia, fueran en una dirección que me habría sido imposible modificar. No estaba descontento de mi mismo. E, incluso aunque lo hubiera estado, esa sensación no habría tenido la fuerza de esto que notaba."
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