El ruido en que nadamos, de Pablo Sánchez-Llano
⭐⭐⭐⭐
♫♫♫ Should Have Known Better - Sufijan Stevens ♫♫♫
“Se acabó, se acabó para siempre el recubrir la memoria con tantas canciones ajenas, vacías; para qué, si puedo llenarla de este pasado que compartimos ahora, juntos, y que vamos trenzando hacia atrás con aquello que nos queda más o menos, en el presente: este parque, este perro, estos ojos y esta boca que”
Siempre he dicho que en el momento en que terminas un libro y sientes la necesidad de irte de nuevo al principio, se puede deber a que ha surgido una especie de milagro entre el texto y el lector que lo ha recibido, como en una circularidad que valida y certifica que has encontrado los fragmentos perdidos. Esta es una novela hermética, aparentemente, tan hermética como lo puede ser el flujo de conciencia del joven de la narración y así y todo, ese hermetismo se va convirtiendo en un narración íntima por cómo su autor hace partícipe al lector de esta atmósfera envolvente, así que poco a poco el lector, que en un principio tiene la impresión de no poder romper este hermetismo de estructura narrativa fragmentada, se ha ido convirtiendo en un aliado: porque al mismo tiempo que esta narración tan arriesgada va calando, también lo hace el joven sin nombre en nosotros y de esta forma el autor, ha conseguido convertir al lector en parte activa y que se implique en el texto.
"... cuando regreso y regreso, una y otra vez, a este parque moneda y discurro por las curvas del camino de asfalto antes de meterme entre los árboles cuando subo el pie y es el gran viaje hacia la noche que ya no se puede parar"
Reconozco que este tipo de estructuras narrativas no lineales son las que más satisfacciones literarias me están dando en estos últimos años, e igual se ha creado ya en mi una deformación como lectora porque mucha de la literatura lineal y estática con la que me voy encontrando en la literatura de ahora no me dice mucho. Aquí, sin embargo, me sorprende que una primera novela de un joven autor se presente tan firme y afianzada por cómo elige contarla, tan arriesgada también, pero ya digo que a la larga las sensaciones que transmiten estas narraciones tan inmersivas, son las que más perduran.
“Y, entre el viejo y esa versión de mí mismo, recorro con la vista, a ratos borrosa y perdida, un haz que atraviesa todo un espectro de caras conocidas y desconocidas, que varía sutilmente de un gesto a otro, de un ser humano al siguiente, como si, en la distancia que separa la moneda de la superficie brillante del agua, un montón de capas hechas de imágenes y sonidos desordenados se agolparan las unas a las otras tratando de acaparar mi atención, que solo consigo detener primero en el extremo de la moneda y, luego, en el de mi reflejo.”
Un chico espera en el parque junto a su perro, y en esta espera, Pablo Sánchez-Llano nos va a narrar todo un mundo, y entre la distancia que va desde que lanza la moneda hasta llegar al agua, se nos está narrando toda una vida. Hay un perro, también un padre, una madre ("un re menor, mi madre era un re menor"), un hermano, una chica (“en sus ojos hay un jaguar que se alarga como una sombra ante el crepúsculo”) que se nos desvelan en una estructura narrativa que aparentemente pueda parecer inconexa y dispersa, pero no, todo tiene sentido. El joven durante la espera establece conexiones mentales con hechos de su pasado y de su presente e incluso objetos como una moneda, un reloj o un piano (¡oh, ese piano y ese dolor!), adquieren entidad propia como si fueran un personaje más; una espera convertida en un viaje iniciático y de transformación de sí mismo. El lector también espera, y mientras espera, irá percibiendo las diferentes realidades, las diferentes perspectivas que un mismo hecho pueda llegar a tener. Hay escenas que se repiten pero se transforman en escenas diferentes debido a cómo se nos presentan con diferentes matices: “Y entonces, aunque su boca seguía oculta detrás del abrigo, me di cuenta de que en sus ojos verdes brillaba el eco insaciable de la memoria, justo a tiempo para que, antes de marcharse, una pequeña y minúscula gota se desprendiera de su córnea y ayer justo en el borde del cuello del abrigo, donde se mantuvo unos segundos hasta decidirse a resbalar por el dorso exterior.”
“Y aúlla, vaya que sí. Aúlla como un lobo perdido, con la misma necesidad de ser escuchado, con esa mezcla de llanto y de grito que se pierde sin remedio en esta penumbra entre los árboles, más allá del camino asfaltado, de la grave y del oculto bisbiseo de los coches que afuera ruedan y ruedan incansables a nuestro alrededor, sin que nada importa nada”
El ruido en que nadamos es de estos textos que permanecen, quizás porque el estilo y el lenguaje son esenciales a la hora de ahondar en la psique del joven protagonista. El perro, que es otro de esos personajes cruciales, podría funcionar como catalizador en el sentido de que dependerá de él para poder conectar con un mundo al que está dando la espalda, incluso el mismo lector se agarrará al perro como guía para ver más allá. Es además uno de esos textos en los que se hace más patente que nunca lo importante que resulta el lenguaje, la elección de las palabras a la hora de mimetizarse con la trama y con los diferentes fragmentos temporales, porque la repetición de ciertas escenas, la repetición de ciertos recuerdos que atormentan al protagonista será lo que va iluminando la narración: no es tanto el hecho sino como lo percibimos en diferentes momentos de nuestra vida, y esto se refleja muy bien en esta novela. Hay obras que dejan un poso que permanece y esta novela con este titulo tan sugerente y que dice tanto del protagonista, es una de ellas. Y una vez más tengo que agradecer a Piel de Zapa que visibilice a autores como Pablo Sanchez-Llano, una brisa de aire fresco. Soy su admiradora desde ya.
"...toda mi vida es caos es ruido es tiempo que se pierde por el sumidero del tac dolor y no tiene nombre este cuerpo ya no es mío…"
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