La Fortaleza, de Meša Selimović

  

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 El hombre ansía el poder porque está vivo, se mueve, colisiona con la gente; y quiere dejar algo tras de sí, crear algo, no simplemente haber existido como un árbol, sino haber conseguido algún logro, ser poderoso e importante. Pero Dios dispone que, de repente, gane perspicacia y observe, con estos ojos, sino con otros, más sensibles, consciente al fin de que solo es un grano de arena en el incomensurable desierto de este mundo, diminuto e insignificante, como una hormiga en un hormiguero. ¿Desean las hormigas el poder? ¿Quieren ser más fuertes y más relevantes que otros? ¿Tienen preocupaciones? ¿Sufren? ¿Pasan las noches de insomnio? ¿Enloquecen de desesperación?


La Fortaleza es una de esas obras que se cruzan en tu camino inesperadamente y a medida que avanzas en su lectura, te obliga casi a repasar tu propia vida, la forma en que la que te enfrentas o te has enfrentado en el pasado a ciertas decisiones, e incluso a hacer un análisis sobre si ciertas decisiones fueron acertadas o no. Es mi primera aproximación al autor Meša Selimović, de quien había oído hablar por esa otra novela encumbrada “El Derviche y la muerte”, uno de los autores más importantes de la literatura serbia y bosnia, y confieso que no sé qué me ha impactado más de esta novela: si la estilización en la prosa de Selimović, fluída y natural, cuya narración llega directa, sin recovecos, al alma del lector, o por esa narración en torno a su protagonista Ahmet Shabo, construida a modo de fábula moral, donde toca de lleno en la fibra de temas que nos han preocupado desde el inicio de los tiempos. La Fortaleza transcurre en el Sarajevo otomano del siglo XVIII, pero Ahmet bien podría ser un personaje de hoy en día.


"...porque una cosa es tener miedo cuando hay una razón para ello, en el desastre, o en la guerra, que afecta a todo el mundo; y otra cosa es tener miedo constantemente de todo... ¿cuándo se vive?"


La Fortaleza trata sobre un hombre, Ahmet Shabo, que regresa a Sarajevo, tras una guerra en Rusia, una guerra donde ha visto morir a muchos jóvenes, ingenuos como él. Cuando regresa a Sarajevo, no solo él es casi un milagro por seguir vivo sino además porque le ha salvado la vida a otros, descubre que ya no le queda nada, su familia entera ha muerto e incluso la casa familiar ha desaparecido del mapa. Ahmet comienza a vagar perdido y desesperanzado porque el mundo que conocía ya no existe "¿Suponía una pérdida o una ganancia conocer la justa medida de las cosas? La pérdida está en esperar poco, pero la ganancia está en no pedir más."y sin embargo y a pesar de esta desesperanza y este vacío, Selimovic ha creado en Ahmet a un hombre puro e ingenuo en su eterna creencia en la justicia y en la bondad humana. A pesar de esta desesperanza, crea momentos de auténtica belleza en la forma en cómo el ser humano es capaz de levantarse una y otra vez de los embates de la vida. Ahmet pronto conoce a una mujer con la que se casa y consigue un empleo gracias a un hombre al que le salvó la vida durante la guerra. La vida de Ahmet se va recuperando hasta que un día asiste a una fiesta y su vida vuelve a dar un giro, pierde el empleo debido a ciertas presiones politicas.


"La casualidad decidía mi destino y el camino que tomaba mi vida, y la mayoría de las veces me encontraba ante un hecho consumado, y caía en una de las corrientes posibles: otra corriente me llevaría a otra casualidad. Nosotros no decidimos, deciden por nosotros."

[..]

"...qué pasa con nosotros y con la vida, en qué redes estamos enredados, en qué trampas caemos por nuestra propia voluntad o en contra de ella, qué depende de nosotros y qué podemos hacer por nosotros mismos. No se me daba bien pensar, prefería la vida a pensar en ella, pero por más vueltas que le diera a todo, me parecía que la mayoría de las cosas ocurrían más allá de nuestra voluntad, sin nuestra decisión."


Meša Selimović, crea aquí una novela que se va desplegando poco a poco frente al lector, sobre todo en la forma en la que vemos como el mundo se va desenmascarando frente a Ahmet. Él, que ha vuelto totalmente desencantado por la muerte en la guerra o el suicidio de su unidad militar, a su llegada descubre que el poder, la injusticia, la corrupción politica son una pesadilla quizás más decepcionante que la guerra en sí misma. Contempla el mundo, las reacciones de los demás cada vez más perdido en sí mismo, convirtiéndose en un hombre cada vez más reflexivo y contemplativo. Su narración en primera persona consigue implicar al lector que comparte la angustia de Ahmet, porque el mundo de ahora sigue adoleciendo de los mismos problemas existenciales de ese Sarajevo del siglo XVIII y Ahmet podría ser cualquiera de nosotros si hoy en día dejarámos este ritmo endiablado y nos paráramos a reflexionar sobre los mismos temas que surgen continuamente en esta novela, sobre todo el conflicto en torno al poder, al miedo, al fracaso.


"¡Los veíamos ejercer el poder, la fuerza, pero no nos dábamos cuenta de su malestar, de su miedo a todo, a sí mismos, al otro, al superior, al inferior, al más inteligente, al más malicioso, al más hábil, al más secreto, a la sombra, a la oscuridad, a la luz, a dar pasos en falso, a la palabra sincera, a todo y a todos!"


De alguna forma Meša Selimović, consigue integrar y actualizar el Sarajevo otomano del s.XVIII y extrapolarlo a esa ex Yuglosvia de régimen comunista que él vivía, casi no diferenciando ambas eras. Extrapola esa sociedad de otra época con la de la Yugoslavia que le tocó vivir, más moderna pero todavía anclada en los mismos conflictos y el resultado es sobre todo una reflexión sobre la alienación del individuo en un régimen totalmente totalitario.


"Le habría preguntado por qué tenía tan mala opinión de la gente. ¿Qué le había pasado? ¿Qué le habían hecho? ¿Por qué se escondía? ¿De qué huía? No permitía que nadie se le acercara. Graznaba como un pájaro de mal agüero y luego salía volando."


Y a pesar de esta alienación esclavizante que puede acabar con la esperanza del individuo, Selimović convierte la novela en una senda luminosa, en un canto, en los momentos en los que hace un homenaje a la vida, al amor, a la esperanza agazapada en el rincón más escondido. Ahmet Shabo es un personaje que vive en una continua una lucha interna, porque se siente incapaz de reconciliarse con este mundo, en algunos momentos hasta aberrante, pero los momentos en que él en primera persona reconoce lo luminosa que es la vida en muchos momentos, le dan a esta novela una grandeza discreta y totalmente fascinante.


"Yo había conocido a mujeres así: solían ir a ver a mi madre, siempre felices, interesantes, seguras, las criaturas más equilibradas de la tierra. Mujeres corrientes de la mahala, que, sin buscarlo, habían descubierto el secreto de la serenidad. Todo les gustaba, nada les sorprendía, no buscaban lo imposible, eran amables hasta que te interponías en su camino, tajantes si les hacías daño..."

[...]

"... y las conversaciones, las largas conversaciones en las que todas intervenían a la vez, al unísono, descubriendo siempre lo divertido en las cosas y en las personas. Eran ahorradoras porque no eran ricas; sabían divertirse porque no eran pobres. Eran como el cerezo: florecían solo cuando no hacía demasiado frío ni demasiado calor."

[...]

"Se me ocurrió volver a los libros: un libro no representaba a un hombre completo pero sí tenía lo mejor de él, un hombre en sus mejores momentos. Con ese hombre inexistente pero vivo se podía conversar, disfrutar, sin necesidad de darle la gracias. Podías dejar uno e irte con otro, y no se enfadaría. Si volvieras a él, te daría la bienvenida cordialmente, siempre dispuesto a retomar la conversación."


La Fortaleza es una novela perfecta que lo aúna todo en un texto que fascina y sorprende al mismo tiempo por la sencillez y la transparencia con la que la narración fluye. Es una novela psicológica sobre  todo, histórica, filosófica y ante todo un clásico donde la esencia del ser humano se despliega en todas sus facetas, frente a la mirada del joven Ahmet Shabo que no entiende la sinrazón del mundo, y por eso, en muchos momentos él mismo se ve como una fortaleza, cerrada e impenetrable y sin embargo, los resquicios de luz asoman una y otra vez en este texto maravilloso. Joya.

La traducción del serbio de Miguel Roán.


"Poco a poco, a pesar de mis esfuerzos por evitarlo, empecé a sentir un muro a mi alrededor, invisible pero impenetrable. Se mantenía como una fortaleza, sin salida ni entrada; me golpeaba constantemente la cabeza contra ese muro de piedra; estaba maltrecho, ensangrentado pero no dejaba de intentarlo, ¿acaso no tenía que haber una salida? Tenía que haber una grieta en alguna parte..."

[...]

Siempre en guardia, siempre a la defensiva: una fortaleza cerrada.”

[...]

Como todos los demás, yo también me convertí en una fortaleza cerrada y asediada, sombrío y callado.”


Comentarios

  1. Me interesa el tema y tiene muy buena pinta, apuntado queda.. gracias

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  2. Qué ganas de leerla! Como siempre, se nos acumula el trabajo! Buena reseña Kansas!

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    1. Que bien que vayas a leerla, Joe porque es una pedazo de novela. Tengo que leer más autores del este!!!! Me quedo en espera de tus impresiones ;)

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