Yo quemo París, de Bruno Jasieński
⭐⭐⭐⭐⭐
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"Con el tiempo, toda imagen concreta que tenía de tí se desvaneció de mis recuerdos y, esforzándome durante horas con los ojos cerrados, traté en vano de reconstruirlas. Tu cara se había deslizado por algún recoveco de mi memoria, dejando únicamente tus ojos rasgados y los pómulos altos, como una plantilla cuyos huecos debía llenar por mí mismo."
Me ha sorprendido esta novela de un autor polaco al que no conocía, aunque, ya debería estar acostumbrada porque ha sido traducida y publicada aquí por los heroicos Pálido Fuego, y ha vuelto a ser otra de esas compras a ciegas que no decepcionan. Es casi la única editorial a la que ahora mismo compro todo lo que publican sin saber exactamente quién es el autor, y por ahora, esto solo ha servido para evolucionar en mi experiencia como lectora, conociendo a autores nuevos a los cuales igual no hubiera llegado por mí misma. Yo quemo París es una novela que se publicó hace ya casi un siglo... ¿cómo es posible que haya sido obviado en España hasta ahora??? Ha sido una experiencia rara porque más de una vez durante la lectura me detenía pensando en lo moderna que parecía, no solo por el estilo de Jasieński sino por la temática que toca, más actual que nunca: todos estos cierres de factorías, esa diferencia cada vez más amplia entre la riqueza y la pobreza, desempleados, sin techo, endeudados…, todos estos temas están continuamente presentes en una novela llena de ritmo, vigor y constantes cambios de giros endiablados e inesperados.
"Era la primera vez en meses (¿años?) que echaba a andar en línea recta. Avanzó largo rato por callejones que se cruzaban en todo ángulo posible, pavimentados con adoquines enormes por una extinta raza de gigantes. Aquí, todo era diferente. La gente corría sin orden ni concierto, entre encontronazos, ajenos, al parecer, como si circulasen por un mundo quimérico de libertad absoluta."
En Yo Quemo París, se empiezan narrando las vicisitudes de Pierre, trabajador de una fábrica que en cuanto comienza la historia se ve despedido y abandonado por Jeanette su novia; desempleado, sin un techo y totalmente perdido, este comienzo de novela empezó impactándome por la forma en la que Jasieński nos presenta ese París por el que deambula desesperado Pierre: encuentros, bares, personajes muy vivos, un entorno en el que Jasienski crea una especie de atmósfera entre la pesadilla, lo onírico y lo sonámbulo: la ciudad, París, está viva pero Pierre se convierte en un muerto en vida sin un objetivo.
"Jeanette
no aparecía, no estaba en ninguna parte.
Y sin embargo estaba
en todas partes. Pierre la veía y reconocía en la silueta de cada
muchacha que salía en compañía de su amante por la puerta de cada
hotel, iba en un taxi o desaparecía en los recovecos del primer
portal que se terciaba. Mil veces echó a correr, apartando con furia
la impenetrable marea de viandantes que eternamente se interponía
entre ella y él."
Sin embargo, cuando creemos que Pierre va a ser el auténtico protagonista de la novela, y una vez que se dilucida el primer giro inesperado de la trama, lo verdaderamente fascinante será el ritmo cambiante y vertiginoso en todos los sentidos: chinos, comunistas, exiliados rusos, rabinos, miembros de la aristocracia, americanos millonarios y la comunidad judía. No soy muy partidaria de revelar en esta reseña mucho de la trama porque en mi caso ha funcionado como un descubrimiento continuo, personajes que surgían inesperadamente y Jasiénski les regalaba páginas y páginas para a continuación pasar a otros, igual de inesperadamente. Una trama que se va revelando poco a poco en la que el autor crea en París un microcosmos que podría ser el fiel reflejo del mundo de la época a través los judíos, comunistas, los rusos blancos, los angloamericanos...
"El rabino Eleazar ben Zevi tiene ojos muy juntos que siempre miran hacia arriba. Impasibles, minúsculos, idénticos, están vueltos hacia el cielo, donde al parecer ven cosas sólo perceptibles para ellos. Un órgano, cuando no se usa, desaparece. El rabino Eleazar ben Zevi ve muchas cosas invisibles para el ojo humano, pero no ve las más simples."
Y todavía ahora, después de haber terminado esta novela tan sorprendente, no sé bien qué es lo que más me ha gustado de ella. Las descripciones de algunos de sus personajes son tan enganchantes en muchos momentos, que me daba una pena enorme cuando Jasiénski los abandonaba para seguir avanzando en la trama y detenerse en otros personajes. Es una historia llena de momentos inesperados que podría estar formada por un coro de pequeñas historias ensambladas y reunidas en el París de los años 20. Así que ahora mismo no sé realmente si lo que más me ha subyugado de esta novela fantástica han sido sus personajes o esas descripciones de París, vivas y atmosféricas al mismo tiempo. La prosa de Jasieński quizás sea lo más destacado porque convierte el estado de ánimo de sus personajes en algo fuera de este mundo, por muy descarnado, duro o aberrante que pueda suponer algún hecho relatado, algunas escenas están dotadas de tanta intimidad que resultan realmente conmovedoras.
"De
apartamento en apartamento. Escondites. Gabán gris de soldado, manos
sucias de hollín: descuidadas, faltaba más, y con callos. Padre
muerto de un disparo. Finca convertida en soviet. Tierra repartida.
Mansión llena de recuerdos de una infancia feliz ahora una escuela
llena de sucios mocosos de campo.
Huida.
Papeles falsificados. Crimea. Ofensiva. Para vengar una Rusia
deshonrada, Pueblos recuperados..."
Bruno Jasieński tenía un talento innato a la hora de diseccionar la sociedad en la que vivía; es evidente que sus simpatías estaban en un estrato determinado de esta sociedad y así y todo se las arregló para regalarnos un texto donde lo importante es el ser humano convencido de que puede luchar por un mundo mejor aunque este mundo sea una utopía demasiado optimista de alcanzar. Es una novela exquisita en muchos sentidos, pero lo impactante quizás esté en la forma en cómo el texto se metamorfosea para ir encajando en cada personaje. Otra joyita de Pálido Fuego.
La traducción es de José Luís Amores.
"Pocos
sabían que en el pasado había sido un hombre de letras. En su
juventud había escrito poemas. Al parecer bastante buenos. Pero lo
había dejado hacía mucho. Le avergonaba su talento literario, así
como su erudición y su formación intelectual. Se erizaba como un
gato salvaje ante la rudeza, ante las puyas caracteristicas de los soldados ante los modales bruscos."
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