El espectro de Alexander Wolf, de Gaito Gazdánov
⭐ ⭐⭐⭐⭐
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“Volví a verme en Turquía donde las distancias se miden por horas: de este lugar a tal otro no hay tantos kilómetros sino tantas horas de camino; volví a sentir el viento glacial de las estepas de la Rusia central y el rechinar de la nieve bajo mis pasos; después, el mar y las corrientes y los patos salvajes del Danubio, los navíos y los trenes… Todas las cosas a través de las cuales discurrió el curso caótico de mi vida.”
Ya
hablé de Gaito Gazdánov
hace unos
días
con la reseña de Despertar
y de cómo su propia vida fue
casi como una novela aunque igual conviene recordar algunos puntos
por la forma en la que se enlaza esta
novela,
de nuevo, con su biografía. Nacido en San Petersburgo en 1903, se
mudó a Kharkov en Ucrania y vivió allí con su madre antes de que comenzara la Revolución Rusa.
Luchó con dieciséis
años al lado de los rusos blancos y finalmente tuvo que exiliarse
recorriendo Constantinopla, Turquía,
Alemania, hasta llegar a París en 1923. La cita que he elegido para
comenzar la reseña podría
estar sacada de su autobiografía, pero no, se trata de un recuerdo
recurrente que envuelve al narrador una y otra vez a lo largo de su
vida. El narrador de esta historia es también un ruso emigrado a
París y también luchó con el ejército
blanco
cuando tenía dieciséis años, así
que se puede decir que El
espectro de Alexander Wolf
contiene elementos autobiográficos aunque no sabemos hasta dónde
llega esa simbiosis cuando se trata del aspecto psicológico aunque después de finalizada no creo que haya duda de que Gazdánov y su narrador son la misma persona.
“Cerraba los ojos sin pensar en nada y, de repente, desde lo más hondo de mi memoria, veía surgir esa jornada tórrida en el sur de Rusia y revivía, con toda su intensidad dramática, aquel instante de mi vida. Volvía a contemplar la humareda inmensa de color gris pardusco, causada por el incendio, que poco a poco cedía su sitio al resplandor de las ramas crepitantes; volvía a sentir aquel inolvidable y penoso cansancio y la necesidad casi irresistitble de dormir, el brillo implacable del sol, el calor que hacía vibrar el aire y, en mi mano diestra, el peso del revólver cuya culata rugosa parecía haber quedado para siempre grabada en la palma.”
Gazdánov comienza esta novela como si de un sueño se tratara, un comienzo hipnótico y atmosférico que se puede visualizar total y completamente… En un bosque que está ardiendo, en pleno verano en algún lugar de Rusia, un chico de dieciséis, sintiéndose amenazado, dispara a un jinete desconocido que va en un caballo blanco. Después de comprobar, aterrado, que efectivamente ha muerto se aleja en el caballo blanco de la víctima. Lo vio morir, una experiencia de guerra que atormentaría ya de por vida al narrador de esta historia en forma de memoria que nunca termina de diluirse, sino que recurrentemente vuelve una y otra vez. Años más tarde, ya establecido en París, lee un cuento donde se describe con exactitud ese momento pero desde el punto de vista de la victima. El bosque, los sonidos, el miedo, la anticipación, la misma Guerra Civil rusa, los dos bandos, el rojo y el blanco…, todo está ahi. El narrador se obsesiona en buscar al autor de este relato titulado “Aventura en la estepa” aunque sospecha que la única explicación a esto sea que la victima sobreviviera y que el autor del relato sea esa victima. A partir de aquí Gaito Gazdánov construye una historia en apenas doscientas páginas que deslumbra por lo imprevisible y por la forma en que aborda temas que quizás se salieran de los estereotipos establecidos: temas como el amor, la muerte, la redención, la culpa, el destino, la búsqueda de identidad casi obsesiva, la memoria de Rusia… y de aquí surge una novela de apariencia de thriller psicológico y casi sin esfuerzo, se convierte casi en una novela existencialista.
“ - Si, usted posee esa bravura dura y triste que obliga al hombre a vivir con los ojos abiertos, ¿conseguirá ser feliz? No hay modo de imaginar que ninguno de los hombres que nos parecen de verdad notables haya podido ser feliz. No pudo serlo Shakespeare y, menos aun, Miguel Angel.”
Aunque el narrador se obsesione con el relato de “Aventura en la estepa” y comienza una búsqueda infructuosa en un intento por dar con su autor, este relato de misterio, es solo una excusa de Gazdánov realmente para hacer el esbozo psicológico de un narrador que parece no encontrar su lugar en el mundo. El narrador que se ha convertido en periodista en activo en París centra su atención a lo largo de esta novela en diferentes historias de las que tiene que escribir, historias de las que no sabe mucho y que le servirán para pagar las facturas. Escribe en cafés de dónde a su vez sacará otras historias (Gazdánov también extraía sus historias de su trabajo como taxista nocturno) y a raíz de estos encuentros casuales, desencuentros también por qué no, conoceremos a otros personajes, esenciales en la trama como por ejemplo a Yelena Nikolayevna, mujer misteriosa y hermética que le obsesionará y que servirá para que Gazdánov nos hable sobre su particular concepción del amor y de la mujer como abstracción:
"No se hubiera podido decir de ella que que era hermética, pero era indispensable conocerla y haberla tratado mucho tiempo y de manera muy íntima para llegar a saber cómo había sido su vida, qué cosas le gustaban y cuáles le molestaban, cuáles despertaban su interés y qué detalles podían agradarle en las personas con quienes trataba. Por más que le hablé, y por diversos que fueran los temas que toqué, tuve que esperar largo tiempo antes de oír de su boca alguna observación que la caracterizase; por lo general, se limitaba a escuchar en silencio y a contestar con monosílabos. Al cabo de muchas semanas no sabía de ella mucho más que el primer día. (...) A medida que pasaban los días yo notaba en Elena Nikolayevna la aparición de síntomas de calor humano: parecía deshelarse poco a poco.…"
[...]
“Vivir con ella representaba dos aventuras divergentes: una, de pura sensualidad, en la que todo se desarrollaba, a fin de cuentas, de modo normal, y otra, de índole afectiva, mucho más compleja, que progresaba con lentitud y en la cual nadie hubiera podido asegurarme la menor reciprocidad. “
[...]
“No obstante, y gracias a una serie de experiencias, sé que para mí el encanto y el atractivo de una mujer solo subsisten si queda en ella un rincón por conocer, una especie de terreno inexplorado en el cual tener la posiblidad, quizá ilusoria, de mantener viva una imagen de la mujer tal como me habría gustado que fuese, y como seguramente no es. “
A medida que la novela avanza, el lector percibe que la historia es una excusa para que Gazdánov aborde estos temas que debían obsesionarle como ser humano, no solo su concepto del amor como ocurría en Despertar, también tenemos momentos en torno a la memoria que evocan escenas de guerra, recorridos por el París nocturno en conversaciones casi filosóficas aunque los personajes no sean más que delincuentes comunes y sobre todo el constante tema en torno a la mortalidad y el destino del ser humano, incapaz de encontrar la felicidad por mucho que se esfuerze:
“Siempre comparo la vida a un ferrocarril; la existencia individual va al remolque, prisionera de un movimiento exterior rápido; se goza de una seguridad ficticia y se tiene la ilusión de que eso va a durar siempre hasta el momento, repentino o inesperado, en que aparece el puente derrumbado o el raíl roto y entonces se produce esta ruptura del ritmo que llamamos muerte.”
El espectro de Alexander Wolf es una novela extraña para la época porque nos sorprende continuamente con toques imprevistos en la cual vamos penetrando en la psique de un narrador atormentado y desdoblado por un momento del pasado. Igual hoy podríamos ponerle nombre o diagnóstico a esa disociacion con su entorno porque realmente se sobreentiende que este narrador tiene dificultades a la hora de encontrar un equilibro en su vida, un equilibro a la hora de relacionarse con los demás y quién mejor llega a entender esto será la misma Yelena, que también lleva un pasado, misterioso en la mochila, cuando le dice: “- Añadiré que sabías sentir mejor que hablar, y que las inflexiones de tu voz eran más elocuentes que tus discursos. “ Gazdánov describe, se podría decir que entre lineas, ese sentimiento que tiene el narrador de no tener el control de su vida porque no ha podido gestionar ese momento de su pasado y que Gazdánov muestra de forma tan poética al comienzo de la novela. Es quizás uno de los detalles que más me han llamado la atención de esta novela tan fascinante, una atmósfera que envuelve al narrador casi como si fuera un sueño continuo. Una joyita de novela, un clásico todavía invisible. ¡Y qué bien escribe Gazdánov, por dios!!!!
La traducción es de Miguel A. Calzada
“En otras palabras, el destino de Alexander Wolf me interesaba tanto porque yo también sufría de un constante desdoblamiento de mi personalidad, desdoblamiento indefinible y tenaz que en vano me esforzaba en dominar y que envenenaba las mejores horas de mi vida […] Yo tenía un interés especial en saber cómo había llegado a alcanzar un resultado tan feliz y a lograr el éxito en un terreno en el que yo, desde hacía tanto tiempo y d e manera tan constante, no cosechaba más que fracasos.”
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