Sóniechka, de Liudmila Ulitskaya

 

 


⭐ ⭐⭐⭐

 ♫♫ ♫  Somewhere only we know - Keane   ♫♫ ♫

 

 “Durante veinte años, de los siete a los veintisiete, Soniechka había leído casi sin tregua. Cuando se sumía en la lectura era como si entrara en trance y solo volvía en sí la pasar la última página del libro.

[…]

¿Qué era aquello? ¿Una incapacidad total para comprender el elemento lúdico inherente a todas las artes, la confianza pasmosa de una niña que no ha crecido, la falta de imaginación que llegaba a borrar la frontera entre ficción y realidad, o bien, por el contrario, una huida obstinada al reino de la fantasía donde todo lo que quedaba fuera de sus confines perdía el sentido y la sustancia?”



Sóniechka es una novela corta, novella o relato largo, apenas 120 páginas y sin embargo, es sorprendente todo lo que su autora Liudmila Ulitskaya logra comprimir en ella, a pesar de que en esta historia no hay un argumento realmente definido, ni grandes tragedias, ni siquiera un nudo que lleve la trama, sino que a lo largo de de estas 120 páginas veremos fluir la vida de Sonia y su familia, que dentro de un contexto histórico, siempre de fondo, nunca en un primer plano, se irán desvelando frente al lector. Liudmila Ulitskaya comienza describiéndonos la vida de Sonietchka como la de una niña feliz inmersa en sus libros y mucho más tarde, convirtiendo estos libros en una profesión al hacerse bibliotecaria. Sonia solo fue consciente de sí misma a través de los libros La devoción de Soniechka por la lectura, que se había transformadao en una forma leve de locura…” hasta que conoce a Robert, un hombre mucho mayor que ella, artista y perdedor, que viene de haber pasado cinco años en el gulag, el campo de prisioneros de Stalin. A pesar de las diferencias que los marcaban, Robert y Sonia se casan y a partir de este momento, Sonia deja completamente de lado la literatura para dedicarse completamente a la vida doméstica.


Todo cambió para Soniechka de una manera tan completa y profunda que fue como si su vida anterior hubiera invertido su curso, llevándose consigo todo su mndo de libros, que tanto había amado, para dejarle a cambio los inimaginables sufrimientos de una existencia precaria, la miseria y el frio y la preocupación cotidiana…”

[...]

Su sentido animal de supervivencia estaba casi agotado y el crepúsculo de la existencia terrenal no le parecía tan atractivo. Y he aquí que había encontrado a una mujer radiante, con una luz interior auténtica, y presentía en ella a una esposa cuyas manos frágiles sostendrían su vida extenuada, todavía aferrada a la tierra; veía también que era una culce carga para sus espaldas, que nunca había soportado el peso de una familia, por su virilidad cobarde que esquivaba la carga de la paternidad, los deberes del cabeza de familia…”


Tras diecisiete años de matrimonio y una hija en común, llega a sus vidas una amiga de su hija, huérfana, a la que Soniechka invita a vivir con ellos, Jasia, de la que Robert se enamora perdidamente. El cisma en la vida de Sóniechka no es tal por la forma en que la autora aborda la situación porque menos es siempre más. La vida que había llevado hasta entonces Sonia era realista, e incluso cuando llega este apocalípsis a su vida doméstica, sigue siendo un ama de casa sin inquietudes pero el estilo de Ulitskaya es un fluir como el de la vida, el día a día, sin grandes matices pero lo impresionante esté quizás en lo que se detecta entre lineas. Como dije antes, el contexto histórico, no porque esté de fondo, difuminado, será menos impresionante, la Rusia entre los años 30 y casi los años 60: los campos de prisioneros, el exilio, la pobreza… la supervivencia, la marginación de muchos artistas, escritores, Sóniechka vive este contexto historico sin ser realmente consciente de ello, solo a través de su rutina doméstica, y aquí es quizás donde esté la grandeza de este sencillo relato: la vida de de un ser anónimo que cautiva por la normalidad de su vida.


Solo una semana después de su precipitado matrimonio, Sonia descubrió algo terrible acerca de su marido: era totalmente indiferente a la literatura rusa, la encontraba vacía, tendenciosa e insoportablemente moralista. Solo con Pushkin hacia una excepción, pero a regañadientes…”


La sensibilidad de Sonia por la literatura fue casi directamente cercenada desde el inicio de su matrimonio desde esa conversación con su marido en la que éste despreciaba la literatura rusa, y a mí me parece un momento muy radical de esta novela aunque aparentemente no lo parezca, pero la fina sensibilidad de Liudmila Ulitskaya convierte este momento de shock para Sonia, no solo en una concesión por parte de Sonia dejando los libros en favor de la vida doméstica, sino que además Ulitskaya está hablando de cómo una mujer sacrifica sus inquietudes en pos del amor. Robert no daba un duro por la literatura rusa, así que Sonia abandona su amor por los libros, se olvida de ellos para dedicarse a su familia. En este aspecto, Ulitskaya me recuerdo a Alice Munro por la forma en la que pasa de puntillas por mchos momentos decisivos de una vida, dejando entre líneas lo que pueden marcar, sin algarabías, dejando al lector que una ciertas piezas.


Robert Viktorovich con aire pensativo aguzaba el oído a los ecos sordos de un rumor de alegría que resonaba en la médula de su viejos huesos y trataba de recordar cúando había sentido algo parecido… De dónde procedía aquella extraña impresión de déja vú…"


Los personajes de Ulitskaya viven vidas ordinarias, normales y corrientes pero incluso así, se las arregla la autora para insuflar a la narración un ritmo enérgico en el que nunca nada resulta deprimente todo lo contrario; sus personajes están tan bien dibujados que cualquiera de ellos podría ser perfectamente el protagonista de otra novela. Su estilo es directo, transparente y da la impresión de que es sencillo pero la complejidad reside precisamente en lo que no se dice verbalmente. En definitiva, Liudmila Ulitskaya ha resultado una autora a descubrir. Seguiré con ella.

La traducción del ruso es de Marta Rebón.


Él nunca le hacía preguntas y ella tampoco le contaba nada. No era necesario. La atracción irrefrenable que sentía por ella, igual qu el deseo persistente que ella tenía de estar a su lado, no necesitaba una confirmación verbal.“

 

 

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