En los sueños empiezan las responsabilidades, de Delmore Schwartz

 


⭐⭐⭐⭐⭐

 ♫♫♫ Sunday Morning - The Velvet Underground ♫♫♫

 

 “Es una tarde de domingo, es el 12 de junio de 1909, y mi padre baja por las calles tranquilas de Brooklyn de camino a casa de mi madre. La ropa recién planchada y el almidón por corbata. Le hacen tilin las monedas en el bolsillo cuando piensa en las lindezas que dirá. Me siento como si me hubiera rendido ya a la blanda oscuridad del cine. No tengo nombre y me he perdido de vista. Siempre pasa lo mismo cuando vas al cine, es una droga, eso dicen.”


Qué maravilla de relato, tan corto y al mismo tiempo que dice tanto del personaje protagonista y del autor si buceas e investigas un poco a Delmore Schwartz. En este pequeño párrafo se concentra una de las elipsis más bestiales con las que me he encontrado por ese giro tan tremendo en tiempo y en espacio. En este párrafo el protagonista comienza narrando un dia de domingo en el que su padre va al encuentro de la mujer con la que quiere casarse, y justo en el mismo párrafo tres frases después, nos impacta el hecho de que el protagonista esté sentado en la oscuridad de un cine viendo esa imagen, la de su padre caminando por las calles de Brooklyn, almidonado e ilusionado: dos líneas temporales, dos lineas argumentales paralelas, las dos en el presente... Realmente este cuento no comienza así, con la imagen de su padre caminando sino que comienza con él ya en el cine: Creo que es 1909. Me siento como si estuviera en una sala de cine, el largo brazo que cruza la oscuridad, se enrosca, tengo los ojos clavados en la pantalla.” Se sienta en el cine a ver una película muda “donde las imágenes se suceden a saltos, como fogonazos”, y cuando la pantalla se ilumina el protagonista reconoce a sus padres... justo aquí Delmore Schwartz, continuando en el presente nos sumerge en un día de domingo en el que una pareja neoyorquina sale a pasear, coge el tren en dirección a Coney Island para pasar la tarde juntos. Es la historia del cortejo de los padres del narrador en una tarde de un domingo de junio.


Padre y madre salen de la casa, mi padre repite el apretón de manos con mi madre, quién sabe qué incomodidad le lleva a hacerlo. Yo también me revuelvo de incomodidad, atravesado en la dura butaca del cine.”


Lo que me ha maravillado de este corto relato es quizás la facilidad, la transparencia en la que cambia el nivel entre el presente del protagonista sentado en el cine y el presente de la película en la que está siendo testigo del cortejo de sus padres. Este año no he leído muchos cuentos por falta de tiempo porque me he embarcado en otras lecturas pero leyendo esta pequeña joya, he recordado por qué he disfrutado siempre tanto de algunos cuentistas, como Alice Munro o John Cheever en la medida en que soy consciente de lo difícil que es condensar en unas pocas páginas toda una vida y un entorno y a veces lo consiguen con la elipsis, pasando a otro nivel apenas en un parpadeo, unas elipsis que encierran momentos traumáticos nunca desvelados que incluso el lector tendrá que luchar por montar las piezas en su cabeza. Con este relato de Delmore Schwartz he tenido esa impresión de reunir las piezas porque a medida que el protagonista sin nombre observa el domingo de sus padres, algo va despertando en él y de alguna forma despierta algún trauma de infancia, quizás la futura separación de sus padres, que él sentado en la butaca ya sabía que se produciría en el futuro, emparentado con la propia vida de Delmore Schwartz cuando a los nueve años sus padres también se separaron. En algún momento sentado en la butaca del cine se rebela ante lo que está viendo en la pantalla, intentando pararlo, e incluso rompe a llorar:


Mi padre informa a mi madre sobre el dinero que ganó la semana pasada, exagerando una cifra que no requería de exageración alguna. A mi padre la realidad en cierto modo siempre le sabe a poco. Rompo a llorar.”


Este fue uno de los cuentos favoritos de Nabokov y puedo entenderlo, el secreto está en el ritmo y en como sincroniza pasado, presente y futuro, todo apenas en unas poquísimas páginas. Intuyo que es un cuento eminentemente autobiográfico pero es fascinante como en apenas unas cinco o seis páginas, pueda tener este rasgo tan atemporal, dejando grabada una huella emocional que perdura en el tiempo. Es un relato que reúne todo lo que me puede fascinar en una historia, condensado al mínimo y asi y todo te puedes hacer una visión del contexto social y psicológico de esta familia de tres personas. El relato fue escrito en 1937 pero transcurre en 1909, sin embargo la atmósfera que nos transmite Schwartz es la que vivió él durante la Gran Depresión, con esa estela de inseguridad y desesperación flotando como una nube, cuya salvación estaba en los domingos con un viaje en tren haciendo escala en Coney Island para respirar el aroma del mar que diera un viso de libertad a esos tiempos tan inseguros. Una maravilla de cuento que me ha pillado por sorpresa aunque ya me sonaba porque era un relato que volvía loco a Lou Reed y a Nabokov. El titulo In Dreams Begin Responsabilities está sacado de una colección de poemas de W.B. Yeats titulada Responsabilities, que incluye precisamente con esta cita…, una cita que da titulo a este corto relato y dónde puede que esté la clave de adónde quería llegar con esta pequeña joya Delmore Schwartz.

La traducción de Albert Fuentes y Xavier Zambrano.


Y es en ese instante, justo cuando el vals alcanza su apogeo y todas las parejas de baile giran con locura, es en ese instante cuando, armandose de valor, pide a mi madre que se case con él, sin poder ocultar, junto a la emoción, la incomodidad y perplejidad por haber sido capaz de dar el paso…

(…)

En ese instante me puse de pie en medio del patio de butacas y grité No! ¡Ni se os ocurra! Estais a tiempo de dejarlo correr, los dos. De esto no saldrá nada bueno, solo rencor, odio, escándalos y dos hijos con caracteres monstruosos.”

 

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