El Aliento. Una decisión (Relatos Autobiográficos #3) , de Thomas Bernhard

 


 

 ⭐⭐⭐⭐⭐

 ♫♫♫ Prelude in E Minor op 28 no 4 - Chopin ♫♫♫

 

 

 La perfección no es posible en nada, por no hablar de lo escrito, y mucho menos en notas como estas, que se componen de miles y miles de jirones de posiblidades de recuerdo. Aquí se comunican fragmentos, con lo que, si el lector está dispuesto, se puede formar sin dificultad un todo. Nada más. Fragmentos de mi infancia y juventud, y nada más.”


Tercera parte de la autobiografía de Thomas Bernard, Es 1949 y aquí el narrador tiene 18 años. La vida que se estaba construyendo lo arrancó de cuajo del mundo de los vivos y lo arrojó casi a al mundo de los muertos. Una enfermedad pulmonar que venía de un resfriado mal curado de un día helado y lluvioso descargando un camión para la tienda de comestibles para la que trabajaba, le llevó a las puertas de la muerte. En ese hospital donde llegó inconsciente yacía también su abuelo, Johannes Freumbichler, no sé si fue la casualidad o la fuerte conexión que había entre abuelo y nieto, lo que hizo que la vida los reuniera en esta durísima etapa de sus vidas. La persona que más cerca estaba de él, aquejado de una enfermedad de la que su nieto no sabía nada, se las arreglaba para salir de su habitación en otra ala del hospital para acercarse todos los días a hacerle compañía, aunque en la primera etapa de ese ingreso, el chico se debatíera entre la vida y la muerte y apenas fuera consciente.


Anoto aquí lo que pasaba por la cabeza del adolescente que yo era entonces nada mas. Es posible que más tarde las cosas aparecieran bajo otro aspecto; entonces no. Entonces yo tenía esos sentimientos, no los de hoy, entonces tenía esos pensamientos, no los de hoy, entonces tenía esa existencia, no la de hoy.”


Es difícil que siendo tan joven alguien se vea enfrentado a la idea de la mortalidad, ser tan consciente de una ley universal, de la cual la mayoría de nosotros, no queremos ni siquiera pararnos a pensar en ello. Thomas Bernhard por las circunstancias de su vida, se vio enfrentado a esa muerte con solo 18, a observarla de cerca, a observar a sus compañeros de habitación en ese hospital de St Johannes y aunque el admite que había visto muertos nunca había visto a nadie morir. El Aliento no es otra cosa que la crónica de su resurección, su despertar a la vida durante unos meses en los que apenas se contaba con él. Este largo relato no es solo su crónica sobre su estancia hospitalaria sino que es además la crónica de cómo alguien lucha por no perder ese aliento, se debate entre la vida y la muerte, observa y llega a la conclusión de que estas estancias en hospitales, cárceles o monasterios, llegan a convertirse en estancias de pensamiento. "Todo ha sido solo un engaño. Toda nuestra vida, si lo pensamos bien, no ha sido más que un calendario de festejos usado y, finalmente de hojas totalmente arrancadas." El adulto que hace memoria y recuerda ese momento clave en su vida sabe que quizás gracias a esas estancias pudo deshacerse de todo lo accesorio y no perderse en la banalidad y la superficialidad.


La frase de mi abuelo de que es el espiritú el que determina al cuerpo y no a la inversa tenía que repetírmela yo una y otra vez, a veces pronunciaba esa frase a media voz en la cama, me la repetía mecánicamente durante horas, para animarme con esa frase.”


Quizás de los tres relatos de la autobiografía que llevo leídos, éste puede haberse convertido en mi favorito, aunque realmente los voy contemplando como un todo. Pero es cierto que en El Aliento, casi que no hay elementos externos, vemos al narrador que con solo dieciocho años se enfrenta a la muerte completamente solo. Conmovedores son los momentos en los que aparece su abuelo al pie de la cama de hospital y al mismo tiempo son luminosos los momentos en los que parece estrechar lazos con su madre, pero es un texto que hay que leer para captar la esencia de cómo alguien se agarra a la vida para no perder ese aliento, tan esencial. Es aquí en este tercer relato autobiográfico en el que el chico es consciente que no puede volver a su vida anterior, ni a la música ni a la tienda de comestibles (“Yo no había querido ser nada y, naturalmente, jamás tener una profesión, solo habia querido ser siempre yo”) en el que se puede entrever que la literatura le salvará la vida. Es una etapa a flor de piel en la que una vez más y gracias a este relato, percibimos la relación que tiene Thomas Bernhard con la muerte, acechante. Es un texto absolutamente necesario para entender a este autor  genial.

La traducción es de Miguel Saenz.

 

Con la lectura pude atravesar los abismos abiertos también aquí en todo momento, y salvarme de los estados de ánimo inclinados solo a la destrucción.”

 

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