La Pianista, de Elfriede Jelinek

 


 ⭐⭐⭐⭐

 ♫♫♫  Drawn To The Blood - Sufijan Stevens  ♫♫♫

 

 "Este es un barrio meramente residencial, pero no es bueno. Van llegando los padres de familia y desaparecen por los portales laterales para reaparecer como martillazos en medio de sus familias. Orgullosos y prepotentes suenan los últimos portazos de los coches... Los que tienen su hogar aquí, prefieren callejear a estar en casa. Cada vez son más los hombres que se cruzan en el camino de Erika..."


Nunca me ha gustado comparar literatura con sus adaptaciones al cine, no porque crea que una novela siempre vaya a ser mejor que la película que salga de ella, no, son dos lenguajes diferentes, dos medios completamente distintos y de hecho algunas adaptaciones al cine de muchas novelas son incluso mejores porque en estos casos el cineasta ha entendido y ha encontrado un lenguaje propio para dar espacio al texto, no solo porque sean adaptaciones libres, sino simplemente porque los llevan a su terreno creando un universo propio. Y traigo esto a colación, porque probablemente la adaptación al cine que hizo Michael Haneke de esta novela de la Jelinek es ya sobradamente conocida, y quizás gracias a esta película el nombre de esta autora comenzara a sonar para un público más amplio (tres años después le dieron el Nobel). La Pianista se llevó al cine en 2001 por Michael Haneke, un director de cine austriaco conocido principalmente por lo incómodo, por la forma en que retrata sobre todo la sociedad austriaca, un cineasta que siempre abordó temas difíciles y turbadores siempre relacionados con la deshumanizada sociedad moderna. Un cine que hace revolverse inquieto al espectador sobre todo porque le enfrenta a lo que se esconde bajo la superficie de una sociedad aparentemente moderna e inmaculada: Haneke rasca un poco y bajo esta superficie lo que llevaba tanto tiempo escondido, tabú, hipocresía, miedo, obsesiones, violencia, sale a la luz como una bofetada tras otra para el espectador. La Pianista por tanto es una película incómoda, inquietante, pero después de haber leído la novela, me doy cuenta, siendo como es una adaptación magnifica, que Haneke así y todo se quedó corto. Elfriede Jelinek es una autora mucho más incómoda, más arriesgada y turbadora que cien películas de Haneke.


También las mujeres hinchables… Primero ven ahí dentro a la mujer de verdad, después se compran aquí la de imitación. Porque lamentablemente el comprador no puede llevarse al pequeño cubículo las bellezas desnudas y servirse de ellas hasta reventarlas. Estas mujeres no han vivido experiencias profundas, de lo contrario no se expondrían a las miradas tal como lo hacen. Esta no es una profesión para una mujer.”


Elfriede Jelinek es una autora sin filtros, su lenguaje se puede considerar exagerado pero realmente no lo es (igual llamamos exageracion a ese miedo de enfrentarnos a las cosas tal como son), nos está mostrando el mundo sin protección, con sequedad, sin florituras y sin adornarlo con metáforas que nos hagan fácil la lectura y la forma en la que la autora deconstruye los tópicos en torno al amor, al deseo y a la seducción a mí me desde luego me han parecido bestiales. Elfriede Jelinek no pretende escandalizar porque aquí no hay nada gratuito, no romantiza los roles de género, todo lo contrario, a través de Erika K., la profesora de piano, nos confronta a la hipocresía de estos roles: Klemmer rechaza la carta con violencia y le dice que a ella hay que forzarla hacia su propia felicidad.” En esta breve frase, forzarla a su propia felicidad, se podría decir que está resumida la reflexión de Elfriede Jelinek en torno a la mujer… ¿de verdad que esta felicidad debe ser programada por un Walter Kremmel que disfraza de amor lo que no deja de ser la caza por lo inaccesible???


Él, Klemmer, no tiene tanto afan por poseer a Erika, sino más bien ¡desenvolver de una vez ese paquete de huesos y piel acicalado de forma premeditada con tanto remilgo de colores y telas! Hará una bola con todos esos envoltorios y los tirará. Se abrirá camino a través de esta mujer, cubierta de faldas y echarpes de colores, que durante tanto tiempo le ha resultado inaccesible: lo hará antes de que se inicie su proceso de descomposición.”


Erika Kohut tiene treinta y tantos años, es profesora de piano en el Conservatorio de Viena. Realmente Erika se quedó a medio camino en el plan ideado por su madre para convertirse en concertista de piano, su carrera no funcionó del todo y en su lugar se convirtió en profesora de piano. Es en esta unidad familiar de dos personas, en la que la madre es la dominante, donde Elfriede Jelinek construye quizás la base de una novela que brilla sobre todo por la necesidad de encontrar una liberación al control."En términos generales, proviene de una familia donde todos son postes aislados en el paisaje. Son pocos. Se reproducen con lentitud y mesura, del mismo modo proceden en la vida, resistentes y cautelosos." Erika se evade como puede de la presión de una educación represora, autolesionándose o visitando los peep shows, en un intento por buscar un placer que no es capaz ni de entender. Cuando Walter Klemmer, un alumno se "enamora" de ella, Erika inicialmente lo rechaza. Walter Klemmer quiere liberarla de sus inhibiciones y convertirse en su “salvador”.


Él hará que Erika se olvide de oir y de mirar, solo podrá oírlo y verlo a él. Después tirará las instrucciones de uso para que nadie más pueda hacer uso de Erika en esta forma. Para la mujer el asunto en este momento significa que: se acabaron las indefiniciones y las tribulaciones. No ha de seguir encerrada como Blancanieves.

Su deseo es que ella al fin se libere de sus represiones. Que se desprenda de la personalidad de profesora y se transforme en un objeto, para de esta forma entregarse a él.”


Resulta fascinante el personaje que crea aquí Elfriede Jelinek en torno a Erika K. que tengo entendido que tiene visos autobiográficos, aunque la autora sí que consiguió liberarse de ese control materno y no dedicarse a la música como su madre quería, sino a escribir. El tema principal en torno a la politica de género está concebido por la Jelinek en toda su crudeza entre otras cosas porque las escenas en torno al sexo están contempladas por la Jelinek con distancia, hasta con cierta crudeza animal, sin edulcorarlo. Elfriede Jelinek convierte el afecto o el amor, en violencia, el sexo en crudeza animal y la pasión es siempre obsesión. Desenmascara de alguna forma una sociedad que se esconde tras los barrotes de lo correcto en este caso en su día a día en el Conservatorio de Viena, y que solo es de noche cuando parecen liberar sus inhibiciones, tal como muestra su deambular nocturno por las salas de peep shows, o los cines porno. Erika es dominada pero al mismo tiempo tiene sus propios juegos de dominación que ejerce fuera del hogar familiar y en este punto concreto, también resulta fascinante cómo lo muestra a través de la música, casi su única liberación.


Cada día muere una pieza musical, una novela o un poema porque ya no posee razón de existencia en nuestro tiempo. Y lo que parecía eterno ha perecido, ya nadie lo conoce. Aun cuando habría merecido seguir existiendo.”


El lenguaje brilla con luz propia, los giros de palabras, la finísima irónia, la observación de los comportamientos sociales que se camuflan en esta exageración que no es exageración sino dominación y control de unos sobre otros. Erika K. ha creado sus propias herramientas de supervivencia en un mundo que disfraza de amor lo que sobre todo es banalidad, violencia y control. No es una novela fácil pero merece mucho la pena contemplar la vida sin filtros por una vez gracias a la Jelinek.

La traducción es de Pablo Diener.


Esta pequeña imperfección provoca que la mujer Erika resulte propiamente atractiva para el estudiante adulto, porque la hace accesible. Toda mujer puede ser encadenada a través de la conciencia de su imperfección física.”

 

 

 



 









La Pianiste, 2001, Michael Haneke


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