Relato soñado, de Arthur Schnitzler

 


 ⭐⭐⭐⭐

 ♫♫♫ Masked ball - Jocelyn Pook ♫♫♫

 

 Me miró fugazmente, pero solo unos escalones más arriba se detuvo, se volvió hacia mí y nuestras miradas se encontraron. No me sonrió; de hecho más bien me pareció que su rostro se ensombrecía, y sin duda a mi me ocurrió lo mismo, porque me sentí conmovida como nunca. Si me hubiera llamado, no hubiera podido resistirme.”


Este Relato Soñado y qué tan bien suena también en alemán, Traumnovelle, tiene justo los componentes por los que siempre he sentido una debilidad muy especial: una historia donde se difumina el límite entre sueño y realidad, y sobre todo, entre ficción y realidad, y un personaje en este caso, Fridolin que a partir de unos hechos, de una conversacion con Albertine, su esposa, comienza a vagar en una especie de limbo irreal. Ya no ve el mundo tan nítidamente como le parecía antes de la conversación, y su pequeño y seguro mundo doméstico se resquebraja quizás por un mal entendido código masculino, el de la exclusividad sobre tu pareja, ¿pero esa exclusividad también es mental? ¿Hasta qué punto sus pensamientos y sus deseos también te pertenecen? Resulta fascinante el dilema al que se enfrenta Fridolin, cuando su esposa le confiesa en una conversación una mañana cualquiera, que ya estando casada con él, se fijó en otro, solo un cruce de miradas, y hubiera abandonado su segura vida junto a su marido y su hija, por un desconocido.


"Porque, por muy completamente que se pertenecieran el uno al otro en sentimientos y sentidos, sabían que el día anterior no había sido la primera vez que un soplo de aventura, libertad y peligro los había rozado..."


A partir de esta conversación, justo al principio de esta novela corta o relato largo, Fridolin ve golpeada de alguna forma su masculinidad y sufre una especie de crisis interior en la que apenas se va a reconocer a sí mismo porque hasta ahora no había habido problema ni se había cuestionado que hubiera podido fantasear con otras mujeres, pero nunca había llegado a plantearse siquiera que a su esposa le hubiera podido ocurrir lo mismo, así que de esta forma, Schnitzler plantea no solo la catársis de un hombre que comienza a cuestionar su matrimonio sino que al mismo tiempo la imbuye de una atmósfera misteriosa y surrealista, en la que se mezclan los deseos reprimidos, el erotismo, los sueños y los celos. La crisis de Fridolin asentada en el reconocimiento de que ninguno de los dos está libre de deseos reprimidos y que en cualquier momento la relación podría irse a pique, es la excusa para que Schnitzler se embarque en diseccionar la estructura de un matrimonio que parecía firmemente asentado y que sin embargo, ahondando en él, es muy frágil.


Estaba ebrio y sediento a la vez de todas las experiencias de aquella noche, ninguna de las cuales había terminado; de sí mismo, de su audacia, de la transformación que sentía en su interior.”


Con la excusa de un paciente moribundo, Fridolin pasa la noche fuera de casa, embarcado en varias situaciones casi límite que van desde el intento de engañar a su mujer con una prostituta pasando por su entrada en un baile de máscaras de una sociedad secreta dedicado sobre todo al intercambio de sexo. Fridolin que se encuentra totalmente perdido comienza a alejarse de ese mundo seguro del que venía y se ve abocado a jugar con el peligro, todo esto amplificado por el bullicio de su mente que no deja de jugarle malas pasadas imaginándose a Albertine con ese otro hombre, toda una noche deambulando imaginándose incluso huir de la vida que lleva, solo:“Sentía una ligera compasión de sí mismo. Muy fugazmente, no como un propósito, le vino la idea de hacerse llevar a cualquier estación, marcharse, a donde fuera, desaparecer para todos lo que lo conocían, reaparecer en alguna parte en el extranjero y comenzar una nueva vida como un hombre nuevo, distinto.” Realmente lo que había dado por seguro se ve resquebrajado del todo, y el relato es un estudio o sátira casi de cómo se puede recomponer un matrimonio que parecía seguro, pero que sin embargo va a la deriva. La novela comienza y termina con la imagen de la familia feliz (Stanley Kubrick también comienza y termina su Eyes wide shut, de la misma forma), lo que reafirma que Schnitzler no ha dejado de cuestionar en ningún momento la estructura sobre la que se asientan las bases de un matrimonio dotándolo de un toque de finísima ironía y mala baba. Viena, nieve, sueños, obsesiones, erotismo, deseos reprimidos, y la muerte campando a sus anchas… Un relato para releer.

La traducción es de Miguel Sáenz


"Pero sin duda había también sueños que se olvidaban por completo, de los que no quedaba más que cierto estado de ánimo enigmático, un aturdimiento misterioso. O que se recordaban solo más tarde, mucho más tarde, sin saber ya si se había vivido algo o solo se había soñado.”


 
















 

Eyes wide shut, 1999, Stanley Kubrick 

 

 

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