La ciénaga definitiva, de Giorgio Manganelli
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♫♫♫ Solitude - M83 ♫♫♫
"...hago que me sea entregado un caballo y huyo, dejo la ciudad que no volveré a ver jamás; dejo sin duda a alguien a quien amo, estudios dilectos, paseos meditabundos, con amigos de ardua compañía, dejo una gran y noble biblioteca, y acaso también compañeros viciosamente dilectos, dejo fantasmas, que he evocado pero no liberado..."
Esta novela de Giorgio Manganelli me ha llevado casi un mes, y teniendo en cuenta que tiene apenas 110 páginas, se podría pensar que he tardado tanto porque me ha costado la misma vida, pero no, es justo lo contrario, la he alargado como en un bucle. En cuanto la empecé supe que tenía que tomármela en pequeños sorbos, recrearme y paladearla, volver a lo leído el día antes y así disfrutar la riqueza infinita que nos propone aquí Manganelli usando las palabras como si fuera un mago. El jinete que se ve obligado a salir a caballo de su hogar, ciudad o fortaleza, e intenta buscar un hogar en otro lugar, con desesperación, se podría decir “¿Sabría alguien indicarme un lugar dónde pudiera hallar asilo, al amparo de las furias de una ciudad que desea mi exterminio?”, parece empezar como el paradigma de la búsqueda eterna de un lugar donde afincarse, sin embargo, el concepto que propone aquí Manganelli va mucho más allá de lo que es el lugar físico. El jinete y su caballo, que se adentran en lo desconocido, consiguen llegar a una tierra lejana, a un lugar en ninguna parte del que será fácil entrar pero imposible salir, una ciénaga definitiva, el lugar definitivo dónde aislarse del mundo para siempre y relajar su cansado cuerpo…
“No es, ésta, una ciénaga, sino en cierto modo la ciénaga definitiva, un lugar donde, oigo que se me dice, ningún corregidor o verdugo osaría adentrarse; pero es un sitio en el que es difícil entrar e imposible salir; donde yo estará a salvo pero absolutamente solo y excluido para siempre de todo trato humano.”
La abstracción de lo que cuenta esta novela tan única podría convertirla en una obra densa, difícil e impenetrable, pero el secreto está en el lenguaje, las palabras que va encadenando Manganelli, que llevarán al lector en volandas, a medida que va intentando elucubrar ese flujo de conciencia ininterrumpido en el que nos envuelve el narrador: “En realidad, la niebla es una típica seña de identidad de la ciénaga, una suerte de cabellera, no ya un velo que oculte su proceder cosmético; a veces no hay niebla sino una suerte de escalofrío de las aguas, un bullir de la laguna, de las dunas acuosas; y ello parece conmovedor porque raramente es dado a percibir tanto movimiento en la ciénaga.” En la ciénaga hay un casa, y el jinete se acomoda en ella. A partir de aquí, contemplará la ciénaga por la ventana, la ciénaga se transforma, se metamorfosea durante la noche, una imagen desbordante irá surgiendo de este flujo de conciencia en el que realmente todo lo que rodea al jinete narrador es gris, oscuro, nuboso y sin embargo, todo lo que el lenguaje de Manganelli es capaz de desplegar frente al lector, resulta en una especie de milagro de estilo narrativo.
"Desde que estoy en la casa, lugar extraño e íntimo, suceden acontecimientos singulares, o incluso habituales, pero singulares en este lugar. He recuperado el sueño: no sé desde hacía cuánto no dormía, quizá desde hace generaciones. Pero ahora me sucede que me adormilo y sueño. En verdad, no creo que el mío sea sueño humano destinado a colmar con cíclica mudanza mi cotidiano cansancio; es el sueño que debe conducirme a soñar; y creo que he vuelto a dormir porque sin sueño no puedo soñar, y soñar es necesario, en la ciénaga."
Quizás lo que más me haya impactado de esta obra inclasificable independientemente del lenguaje sea que Manganelli, intuyo, nos esté hablando de sí mismo (y de nosotros), la aventura en solitario que es la mente humana en la que estamos solos con nosotros mismos y en la que nos construímos un lugar secreto, la insondabilidad del alma. La ciénaga definitiva es una fábula existencial en la que el autor con su mirada desesperada y totalmente desencantada refleja en esta ciénaga el laberinto de nuestra mente, las encrucijadas, los errores, la memoria, el enigma del alma humana: “Me encuentro encerrado en un camino que no lleva a ninguna parte, debo ver atrás, buscar la encrucijada del error, ensayar por último distintos errores, suponiendo, aunque por mero juego, que al final encontraré la solución.”
“Y me pregunto si este cuerpo mio, al que estoy acostumbrado, a la vez consueto y mutante, no habrá adquirido o estará adquiriendo la misma condición inestable y ventosa de un copo, un vapor, un fragmento de nube, un bufido de viento, y si al convertirme en ciudadano de la ciénaga no tendré que adaptarme a ese pulular, a ese existir grácil y airoso, en resumen a ser, yo, cuerpo humano…”
La bajada a los infiernos que puede suponer para el narrador la ciénaga, es un viaje al interior del alma humana, aquí no importa tanto el hecho físico, el objeto, la corporeidad sino la visión, la percepción, la interpretación en la que aparecen estos hechos. Y es el lenguaje el que nos hace penetrar en esta abstracción, en la visión que se despliega frente a nosotros convirtiendo todo este relato en un texto poético. Es un libro para releer una y otra vez porque en esta visión podemos reconocernos a nosotros mismos. “¿No es verdad tal vez que la ciénaga es una alternativa a la nada, y que no sabemos si, haciendo abstracción de la ciénaga, existe algo más?… la alternativa es entre ser y nada, y no ya la despreciable alternativa entre vida y no vida?”
La traducción es de Carlos Gumpert.
“Cada camino es un camino pero es también una alucinación, un camino hacia un objetivo, eso parece, pero puesto que el objetivo, sea cual sea, no se alcanza jamás, excepto en el caso de que se trate de un ulterior camino, es posible que cada camino sea un engaño, una filfa, un arcano para sugerir, gracias a un embustero ideograma trazado en la oscuridad, que a fin de cuentas lo más sabio sería que no me moviera en absoluto.”
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