El Dolor, de Marguerite Duras
⭐⭐⭐⭐⭐
♫♫♫ Sinnerman - Nina Simone ♫♫♫
“De los hombres que he conocido, es el que mayor influjo ha
ejercido sobre las personas de su entorno, el hombre más importante
en cuanto a mí y en cuanto a los demás, explicará Marguerite. -No
sé cómo decirlo. No hablaba y hablaba. No daba consejos, pero no se
podía hacer nada sin su opinión. Era la inteligencia misma y
aborrecía parecer inteligente al hablar. “
(Marguerite
Duras sobre Robert Antelme)
“Cuando me hablen de caridad cristiana, responded Dachau.”
(Robert Antelme)
Ya he contado por aquí en otras reseñas que hasta ahora mi relación con Marguerite Duras había sido puramente cinéfila, sin embargo, esta fiebre por sus textos comenzó con “El Arrebato de Lol V. Stein”, y casi se podría decir que fue también un arrebato lo que me condujo a ahondar en sus textos: la Marguerite Duras cineasta se me desplegaba bajo otra perspectiva, y cuando comencé la magnifica biografía de Laure Adler, lo que empezó siendo un tanteo, se ha ido convirtiendo en un descubrir poco a poco sus textos a medida que Adler los va analizando relacionándolos con sus vida. Marguerite no fue una mujer fácil, ambigua, subterránea, imagino que por todo lo que le tocó vivir que la obligó a protegerse, a disfrazarse, a enmascararse, y tal como dice Laure Adler:
“En la
pantalla negra de sus deseos, Marguerite, más adelante, sabrá
plasmar en sus films los desasosiegos de sus heroínas. No olvidemos
que con Marguerite siempre andamos metidos en películas. ¿Dónde
está el mundo de verdad? ¡Se ha montado tantas películas que nos
han adormecido con sus mitos familiares, con sus sueños de princesa
de culebrón televisado, con sus alucinaciones más bonitas que la
siempre triste realidad." (Laure Adler)
Así que aunque este texto, El Dolor, aparezca como unas memorias, hay que andarse con mucho tiento con Marguerite Duras, porque nunca sabremos hasta qué punto es veraz lo que cuenta, aunque ella en el prólogo advierte que este texto no es una transcripción de sus diarios o cuadernos. La revista Sorcieres le encargó un texto de juventud, y así fue como ella buceando en sus armarios, llegó hasta estos cuadernos, según ella olvidados en un rincón. No sabemos hasta qué punto había querido arrinconarlos para olvidar esta experiencia, pero encontrarlos, y abrirlos fue todo un mazazo para ella, así que como cuenta Laure Adler, más que releerlos, fue como si los leyera por primera vez. Los cuadernos fueron escritos entre 1944 y 1945 cuando Robert Antelme, su marido, fue arrestado por los nazis por pertenecer a la Resistencia y enviado a un campo de concentración. Marguerite garabateó en sus cuadernos durante la espera, la durísima espera, en plena ocupación alemana, y no fue hasta cuarenta años después, en 1985, que estos diarios no vieron la luz en forma de recomposición literaria, en un título que no puede definir mejor, todo lo que expresa Marguerite Duras en ellos. Algunos críticos pusieron en su momento en tela de juicio la veracidad de lo que se cuenta en El Dolor, y puede ser cierto porque el tiempo difumina los recuerdos, así que Marguerite Duras contará lo que recuerda y en todo caso estará en su derecho a seleccionar lo que quiere contar, pero ya digo que no es fácil desnudarse, dejarse la piel en un escrito como éste: “Gritaba. De eso me acuerdo. La guerra salía en mis gritos. Seis años sin gritar.”
“Me he vestido. Me he sentado junto al teléfono. D. llega. Exige que vaya a comer al restaurante con él. El restaurante está lleno. La gente habla del final de la guerra. No tengo hambre. Todo el mundo habla de las atrocidades alemanas. Ya nunca tengo hambre. me revuelve el estomago lo que comen los demás. Quiero morir. He sido cercenada del resto del mundo con una navaja de afeitar. El cálculo infernal: si no tengo noticias esta noche, ha muerto.”
El Dolor está dividido en dos partes, por una parte, en la primera que lleva el mismo titulo, Marguerite Duras logra transmitir la ansiedad de la espera en la guerra y el sufrimiento que conllevaban las largas colas, la desinformación sobre si los prisioneros seguían con vida o no, párrafos que me remitían una y otra vez a Sofia Petrovna o Inmersión de Lydia Chukovskaia. Robert Antelme, su marido, del que ya se había separado pero cuyo vínculo era tan fuerte que durante esta separación ninguno dejó de pensar en el otro y ambos olvidaron que se habían dejado mutuamente, así que el texto está escrito como si nunca se hubieran dejado, una ausencia que reafirmó el lazo. El vínculo entre ambos era tan fuerte, que Marguerite no dejó ni por un momento de buscar y dejarse la piel, lo que enlaza esta primera parte con la segunda parte del relato titulado “El señor X. Aqui llamado Pierre Rabier. En esta segunda parte, se describe el juego de Marguerite Duras con Pierre Rabier, un oficial de la Gestapo que traba amistad con ella con la excusa de su admiración por sus escritos. Es un juego del gato y el ratón el que se trae Marguerite con este colaboracionista que admira a los nazis y llegado un punto no sabremos quién juega con quién. Él la engaña haciéndole creer que sabe dónde se encuentra su marido y no sabremos hasta qué punto ella lo cree o lo ha desenmascarado desde un primer momento, el caso es que la relación de Marguerite con este nazi fue uno de los puntos negros de su pasado. Rabier miente y se miente a sí mismo porque ha creado un personaje, exagera su cargo, su importancia pero para Marguerite será la única esperanza de poder saber dónde se encuentra Robert Antelme, si está vivo o muerto, es casi la única conexión que le queda con Robert, un agarrarse a un último hierro ardiendo. Marguerite Duras además jugó con fuego durante su relación Rabier y da la impresión de que dado que era una muerta en vida durante la desaparición de Robert, el miedo que sentía en sus encuentros con Rabier era lo único que la mantenía viva: : “El tipo de miedo que yo vivo con Rabier desde hace tiempo, el miedo de de no saber hacer frente al miedo.”
“¿Qué es toda esta historia? ¿Quién es? No más dolor. Estoy a punto de comprender que ya no hay nada en común entre este hombre y yo. Yo ya no existo. Así pues si ya no existo ¿a qué esperar a Robert L.? ¿Quién es Robert L.? ¿Ha existido alguna vez? ¿Qué hace que le espere a él, precisamente a él? ¿Que es lo que ella espera en realidad?”
Las
frases breves, directas, secas y sin adornos son el acercamiento
perfecto a este horror que nos narra una Marguerite desde lo más
íntimo de su ser. No solo nos transmite esa atmósfera de esa
Francia ocupada en la que todos eran sospechosos y cualquiera podía
ser arrebatado de su hogar para ser llevado a un campo de
concentración, sino que Marguerite Duras narra como nadie ese terror
íntimo de una espera que no tiene fin, ese quedarse a solas con ella
misma y no poder soportar el dolor. Cuando imagina a Robert Antelme
es siempre muerto, en una zanja, pero nunca vivo, quizás porque no
quería permitirse el lujo de la esperanza. Marguerite exorciza ese
dolor escribiendo al igual que lo hizo Lidia Chukovskaia en su
momento, pero en el caso de Marguerite Duras, estos diarios eran
demasiado dolorosos para hacerlos públicos. Dijo que no recordaba
haberlos escrito y sin embargo, le parecían lo más poderoso que
había escrito nunca. Los cuadernos existen.
La traducción es de Clara Janés.
“Está noche pienso en mi. Nunca he encontrado una mujer más cobarde que yo. Recapitulo, de las mujeres que esperan como yo, ninguna es tan cobarde. Conozco algunas muy valientes. (Incluso ahora, al retranscribir estás cosas de mi juventud, no capto el sentido de estas frases.) Ni por un segundo veo la necesidad de ser valiente.
Así pues estoy sola. Por qué economizar fuerzas en mi caso. No se me ha propuesto lucha alguna. La que llevo a cabo, nadie puede conocerla. Yo lucho contra las imágenes de la cuneta oscura. Hay momentos en que la imagen es más fuerte, entonces grito o salgo y ando por París. Las mujeres que hacen cola para comprar cerezas están a la espera. Yo estoy a la espera."
La douleur , 2017, Emmanuel Finkiel
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