La mujer de Gilles, de Madeleine Bourdouxhe
⭐⭐⭐⭐
♫♫♫ Fallin' - Alicia Keys ♫♫♫
“- ¿Yo también cuento algo a pesar de todo?
Con involuntario descomedimiento, respondió él como si fuese lo más evidente:
-¿Tú? ¡Anda claro! Si eres mi mujer…
¿Qué quería decir con eso de su mujer? ¿Esa que lleva la casa, esa que prepara la comida, esa a la que se le hacen hijos?”
Llegué a esta novela gracias a Claire Louise Bennett que la citaba en Caja 19 y ahora ahondando en Madeleine Bourdouxhe después de terminarla, descubro que aunque en su momento creó sensación, esta autora solo escribió otra novela más y relatos. Corría el año 1937 cuando fue publicada y parece ser que a Madeleine Bourdouxhe que vivía en Bruselas y trabajaba para la Resistencia, se negaba a tratar con editoriales, entre ellas Gallimard, que habían caído en manos de los nazis. Ahí puede estar la explicación a su invisibilidad y al hecho, según le contó a su traductora al inglés, Faith Evans, que publicar era para ella menos importante que escribir. El caso es que me encuentro con una novela, La mujer de Gilles que no es lo que aparenta, un tema con el que jugaba recurrentemente Claire-Louise Bennett en Caja 19, mujeres que aparentan ser una cosa e interiormente son muy diferentes, o novelas que parecen que van a ir por un camino, y en cuanto te sumerges en ellas, se revelan de otra manera. En el caso de La mujer de Gilles lo que aparenta según su argumento no tiene absolutamente nada que ver con su interioridad porque la verdad es que este argumento se puede resumir en apenas tres frases y podría resultar de lo más previsible:
- Gilles y Elise están casados y son felices.
- Gilles cae en un tórrido romance con la hermana pequeña de su mujer, Victorine.
- El seguro mundo de Elise salta por los aires.
La mujer de Gilles es una novela corta y toda ella transcurre en un flujo de conciencia que viene precisamente de Elise, lo que la convierte en una novela totalmente atípica a mi entender. El seguro mundo de Elise salta por los aires pero no en su exterior, porque aparentemente y de cara a los demás nada ha cambiado, sigue adorando a su marido, cocinando, limpiando y pariendo hijos, pero es el mundo interior de Elise el que entra en una especie de carrera contrarreloj por intentar que en su apariencia nada cambie. De cara a la galería, parece que nada haya cambiado, pero Elise a base de observar, dudar, desconfiar, desesperar, se va desgastando poco a poco. “Se quedó unos minutos callado; nunca se había fijado en que el aire y las cosas fuesen tan diferentes según que hubiese tranquilidad o ruido, pero ahora pensó: El silencio es pesado como el plomo, y le pareció intolerable.” Leyendo el comienzo de esta novela en la que hay una especie de capítulo prólogo en el que veremos está felicidad familiar, hasta que de repente salta un clic en el momento en que Elise toma conciencia de que algo pasa, de repente me acordé de Henry James y de su novela La copa dorada. El momento en que Elise, una noche acostada, toma conciencia de que algo está pasando, es muy parecido al de Maggie Verver en La copa dorada, quien durante una noche de desvelo comienza a analizar, rememorar momentos y enlazarlos hasta ser consciente de que su marido la engaña:
“Se había sorprendido a si misma en el acto de detenerse, luego en el de quedarse largo rato detenida y, por fin, en el de acercarse llegando a un punto de cercanía sin precedentes. (Henry James)”
Ese acto de detenerse de la Maggie Verver de Henry James y analizar una situación que en un principio le parece discordante con el ritmo emocional de la casa, es algo que describe casi de la misma manera Margaret Bourdouxhe, cuando Elise, una noche en la que no puede dormir, también comienza a sumar dos y dos y analizar sonrisas, gestos y miradas:
“Aquel turbador ambiente de malestar que gravitaba a su alrededor desde hacía unas cuantas semanas iba a escrudiñarlo, a analizarlo hasta que le revelase su secreto. Dio marcha atrás despacio, rebuscando en sus recuerdos. No concretaba nada, dejaba desfilar ante sí las imágenes: Victorine… Gilles luego… otra vez Victorine...luego Gilles y Victorine… Y, de cuando en cuando, como fiel a una orden tácita, la maquinaria del recuerdo se detenía en un gesto, una actitud, el final de una sonrisa”.
Tanto para la Maggie de Henry James como para la Elise de Madeleine Bourdouxhe la observación se convierte en una herramienta esencial. Una observación que aparentemente no tiene nada de acción, parece pasividad porque ambas se deciden a callar ante una infidelidad que les crea sufrimiento, pero mientras que en la Maggie de La Copa Dorada, esta observación continua de gestos, miradas y sonrisas a la larga se convierten en acción, para Elise es todo lo contrario, porque esta observación agónica se va convirtiendo en autodestrucción. Son mujeres además que saben mucho más de lo que dicen o expresan, que no son lo que aparentan en el sentido de que aunque externamente parece que no se haya movido una hoja del bosque de su vida familiar, íntimamente están en plena ebullición manteniendo el conflicto en el que viven totalmente invisible de puertas afuera. Henry James fue un maestro de la ficción psicológica, consiguiendo escribir auténtico suspense sin que apenas sus personajes desvelaran nada, pero, Margaret Bourdouxhe no le anda a la zaga en esta pequeña gran novela, aunque formalmente estén muy alejados en lo que se refiere a sus tradiciones literarias. Bourdouxhe en La mujer de Gilles disecciona la vida emocional de una mujer casi con escalpelo y nos la pone en bandeja, Henry James hacía lo mismo aunque necesitaba muchas más paginas para diseccionarlas, pero ambos sabían de lo que hablaban cuando narraban el mundo de silencio de las mujeres. En este aspecto también emparento a Madeleine Bourdouxhe con Proust con el simil que establece a la hora de comparar el amor con enfermedad y obsesión. En La mujer de Gilles también se habla de amor como obsesión y casi como una enfermedad aludiendo a los síntomas, los remedios y la curación.
“Y fue en ese ese momento preciso cuando la inquietud volvió a apoderarse de ella. No era ya un malestar inconcreto al que cede uno un momento para quitárselo luego de encima, sino una angustia más ominosa, más precisa: tenia ante los ojos el mundo familiar de unos cuantos objetos; los miró fijamente uno por uno, luego se detuvo la mirada en las manos, que le temblaban, entreabiertas encima del bolso., y detrás de ella había otro mundo totalmente embrollado, desconocido y amenazador. Asi lo sentía y tenia la seguridad de no equivocarse, y lo que no había que hacer era darse la vuelta de golpe y hacerle le frente.”
“Por un breve espacio de tiempo, vivió en un mundo en que ya no existían más que Gilles y la mujer de Gilles. Fue una debilidad que pagó cara; era la primera vez en que, aunque solo fuera un instante, vivía ajena al drama; cuando la realidad volvió a adueñarse de ella, la hirió por segunda vez, tan hondamente como el primer día.” Desde nuestros ojos de ahora puede parecer patética la sumisión de Elise, ese martirio autoimpuesto en aras de un hombre que no solo que ya no la ve, sino que realmente nunca la había visto, y en este aspecto Madeleine Bourdouxhe describe perfectamente esa dependencia emocional y sobre sexual, llenando de un erotismo muy latente la vida de esta pareja, y a través de aquí lo que resulta fascinante de esta novela es ahondar en el mundo interior de una mujer que por culpa de su decisión de adoptar el silencio como status quo, se va desintegrando, y aquí la Bourdouxhe está destapando el papel de las mujeres cuando sienten su valor condicionado en función de la aprobación masculina: la novela es de 1937 y casi cien años después parece que las cosas en este aspecto no hayan cambiado tanto. Es muy interesante el ejercicio de tener que situarnos en la mente de Elise, ponernos en su lugar, e intentar entender a una mujer que cuando la aprobación del que consideraba “su hombre” se desvía hacia otra, se siente anulada y prácticamente inservible como mujer. En este aspecto adquiere mucho significado la expresión “mujer de” en términos de posesión, de etiqueta social, y en el párrafo final incluso la autora hace una alusión irónica refiriéndose al “hombre de”: aquí esta remarcando que este término no tiene el mismo sentido al cambiarlo de género, y al mismo tiempo está sentando las bases de toda la novela. Elise se resiste a reconocer lo que está pasando y para ello piensa que manteniendo el status quo, nada va a cambiar, pero aunque sea viable que esta vida familiar se pueda mantener exteriormente hablando, con lo que no ha contado Elise es que ella ya no se mantiene, ella ya ha cambiado por dentro, no es ya la misma mujer, se ha desgastado... El objetivo de Madeleine Bourdouxhe era exponer la vida interior de una mujer, mujeres que aparentemente llevaban vidas estables y que sin embargo por dentro la cosa variaba. Es lo mismo en lo que se detenía Claire Louise Bennett en Caja 19: no todo es lo que parece, el mundo interior no es visible a simple vista…
La traducción es de Maria Teresa Gallego Urrutia.
“Y está ese día en que, según baja del dormitorio, ve en las baldosas del suelo de la cocina como sus sombras se separan de repente.”
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