Cosas pequeñas como esas, de Claire Keegan

 



♫♫♫  Ordinary Day - Dolores O'Riordan  ♫♫♫
 
 
  

"¿Por qué las cosas más cercanas eran a menudo las más difíciles de ver?"


Vuelvo a una escritora irlandesa que en su momento con Foster me encandiló, una autora que se detiene en lo que son los rituales familiares, la vida cotidiana, la vida encerrada en un pueblo con sus rutinas preestablecidas, y me maravilla sobre todo por cómo su narrativa se expande entre capas que surgirán solo si somos capaces de leer entre líneas. Claire Keegan tiene un talento único para las palabras, para elegirlas, para reducirlas al mínimo en el más puro sentido del término, sin estridencias. Sus novelas están entre lo que puede ser un relato largo y una novela corta, apenas cien páginas, no necesita mucho más para contarnos toda una vida, o un momento en la vida de su personaje: es engañosamente directa. Parece que fuera fácil lo que estamos leyendo con este lenguaje suyo entre familiar, cotidiano y poético y sin embargo no es tan fácil, porque habiendo un argumento central, lo más importante es cómo se detiene en sus personajes, cómo escarba en su interior, sacando a la luz el yo más íntimo a través de esa perspectiva en primer plano. De esta novela me gustaría destacar cuestiones que no tendrán mucho que ver con el argumento central, porque aunque es crucial lo que está visibilizando, lo que me interesa es sobre todo su personaje, Bill Furlong, y el momento de su vida en el que se encuentra y cómo Claire Keegan nos lo muestra.


¿Era posible que las cosas nunca cambiasen o se convirtieran en algo diferente o nuevo? Todo el día, luego volver a casa en la oscuridad y tratar de sacarse el carbón de encima, y sentarse a cenar en la mesa, y quedarse dormido antes de despertar en la oscuridad para toparse con una versión de lo mismo. Estaba cerca de los cuarenta, pero no sentía que estuviera llegando a ninguna parte o haciendo ningún tipo de progreso y no podía dejar de preguntarse a veces para qué servían los días.


Es una novela aparentemente tranquila en la que Furlong, padre de familia de cinco hijas y bien situado siendo el proveedor de carbón del pueblo, nos sumerge de lleno en su día a día. La novela está narrada desde la perspectiva única de Furlong, un hombre introspectivo y reservado, que debido a sus orígenes, será siempre consciente de sí mismo, de su entorno, a la hora de analizar ciertas situaciones, incluidas las familiares. Lo que más me llama la atención sobre todo de esta novela es la elección de un narrador masculino una elección fascinante si tenemos en cuenta que Claire Keegan nos está contando una historia sobre mujeres, y Furlong es un hombre que vive rodeado de mujeres, su mujer Eileen y sus cinco hijas. Y a pesar de ello, la mirada de Keegan no se detiene tanto en ellas sino que se centra sobre todo en él, en su perspectiva a la hora de observar y analizar este mundo de mujeres, muchas de ellas enclaustradas y asfixiadas. Es este punto de vista el que en mi opinión le da a esta historia una dimensión única, más que si estuviera contada por una mujer, porque a través de esta observación y análisis que él hace tanto de las mujeres de su familia, como de aquellas que tienen menos suerte, hay una agónica búsqueda de significado por parte de él, firmemente anclada a una infancia sin padre, nunca lo tuvo, así que será doblemente consciente de cómo muchas mujeres necesitarán luchar con uñas y dientes para escapar de ciertos destinos.


"- ¿Adónde nos lleva pensar? Para lo único para lo que sirve pensar es para deprimirse -tocaba, agotada, los botones nacarados de su camisón-. Si quieres triunfar en la vida, hay cosas que debes ignorar para poder seguir adelante. "


Bill Furlong lleva una vida segura, cómoda y sin embargo, Claire Keegan deja esbozos de que no es del todo feliz, lleva una melancolía soterrada que le impedirá cuestionar abiertamente porque huye de los conflictos. Parece que Eileen su mujer lleva las riendas, una solidez en la que él se apoya, un sistema matriarcal que va enfocado sobre todo en mantener todo atado y bien atado en un momento socioeconómico complicado con despidos y emigraciones a Inglaterra y Australia, y esto es importante, creo, para entender la inseguridad que envuelve a Eileen a la hora de mantener el status quo familiar sin fisuras. Ella observará a Furlong y sabrá que algo bulle en su mente, pero su reserva natural le mantiene silencioso en lo que se refiere a sus preocupaciones más íntimas. Durante días, algo duro se le había estado incrustando en el pecho…” Todo esto está perfectamente narrado por Claire Keegan con una economía y una contención narrativa magistral. Vemos que hay fisuras en la vida familiar que quizás vengan de las dudas de Furlong a la hora de salir al mundo y analizar injusticias que le llevan a su propio nacimiento e infancia. El instinto natural de mantener a la familia unida ante sucesos externos, sea quizás el conflicto entre Eileen y Bill que no se verbalizará pero que lleva a un conflicto interno por parte de él ¿hasta qué punto estará dispuesto a sacrificar esta paz familiar en pos de luchar contra lo que cree que no es correcto? La empatía, el sentido de justicia por parte de Bill Furlong no es algo abstracto sino que es eminentemente intimo y personal, lo que da lugar a un acto de resistencia,  que viene marcado por estos orígenes, pero es una resistencia autorreflexiva, que nacerá de un suceso concreto, un momento de inflexión que le hará cambiar su visión de sí mismo en relación a su entorno: Claro, pero ¿acaso no llevo el apellido materno, Madre? Y eso nunca me causó ningún daño..”


Últimamente se inclinaba a imaginar otra vida, en otro lugar, y se preguntó si eso no era algo que había en su sangre…”


El otro punto que me interesa de esta novela es su atemporalidad. Durante la lectura tuve la sensación de que era una historia que podría asemejarse a un cuento de hadas por eso de que transcurre en navidad, la simbología, los personajes que podrían encuadrarse en los personajes de un cuento y porque no parece que esté transcurriendo en 1985. Sabemos que la historia está situada en este año porque se menciona y porque sus personajes hablan de objetos que forman parte de la modernidad, y sin embargo, salvando este detalle, podría ser una historia ubicada en cualquier época de un pasado lejano, enquistada en un pasado sin fecha y tiene sentido porque realmente el suceso central en el que se detiene la historia, no parece que debiera pertenecer a este final del siglo XX, y es como si Claire Keegan quisiera incidir en el hecho de que en un momento dado, toda sociedad pareciera quedar suspendida en el pasado cuando se trata de ciertos temas relacionados con la religión y el efecto que acaban causando en las comunidades, sobre todo en cómo acaba afectando a las mujeres, un tema que también salía a relucir en Dioses modernos, del irlandés Nick Laird o Entre todas las mujeres de John Mcgahern.¿Era posible seguir adelante a lo largo de todos los años, de décadas, de toda una vida, sin ser lo suficientemente valiente como para ir en contra de lo establecido y, sin embargo, llamarse cristiano, y enfrentarse al espejo?” Claire Keegan está enfrentando en este cuento tan chejoviano y minimalista al hecho de que la sociedad irlandesa con sus silencios, sus omisiones y su hacer la vista gorda contribuían a este estancamiento en el pasado, y este entorno social de la Irlanda de finales del siglo XX puede reafirmar el conflicto en el que se ve inmerso Bill Furlong, un hombre normal y corriente que se atreverá a cambiar su mundo desde dentro. El final es absolutamente glorioso, totalmente honesto con el texto y con el estilo mínimo de Claire Keegan. Joya.

La traducción es de Jorge Fondebrider 

 


"-¿Podría decirme adónde me lleva este camino?

-¿Este camino? Este camino te va a llevar a donde quieras ir, hijo."


 











 
Small things like these, 2024, Tim Mielants 

 

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