Trieste, de Daša Drndić

 


 

 ⭐ ⭐⭐⭐⭐

 ♫♫ ♫  All Is Violent, All Is Bright, God is an Astronaut ♫♫ ♫

 

"Me llamo Dara Virag. Hoy me asusta el más mínimo sonido. Todavía, si oigo los pasos de unas botas que resuenan en la acera, me estremezco y pienso, aquí están de nuevo, ya han llegado."


Qué autora tan apasionante y adictiva es Daša Drndić porque su texto está vivo de una forma tan tangible que es como si quisiera que todas esas voces del pasado a las que está recuperando, pudieran seguir estando presentes en un último acto desesperado. Trieste es mi segunda incursión en su obra después de Leica Format y aquí he tenido la misma sensación que tuve al leer Leica Format: detrás de cada nombre hay una historia, una frase que se repite una y mil veces en esta novela. En este sentido me ha recordado a Danilo Kis en su obsesión por recuperar la historia para narrarnos las pequeñas historias anónimas. Estos nombres ya no están pero hay que seguir mantenndolos vivos para que no nos olvidemos. ¿Y de qué forma podemos conseguir que las aberraciones y la barbarie del pasado no queden en el olvido para siempre??? Daša Drndić lo tiene clarísimo: hay que seguir contando, narrando, desenterrando, el boca a boca, el libro a libro. Contarnos estas pequeñas historias es no dormirnos en los laureles porque el ser humano no ha superado nada, algunos hechos aberrantes del pasado podrían volver a repetirse en un simple chasquido de dedos, y de hecho se repiten, continuamente, ahora mismo. En Leica Forma ya lo había gritado a los cuatro vientos, y en Trieste vuelve a gritar su advertencia contra los nacionalismos, contra los fanatismos y por supuesto contra la barbarie de la limpieza étnica.


"Al volver del campo de refugiados, Ada encontró intactos los libros de su madre Marisa, desaparecida en circunstancias misteriosas, guardados en las repisas de la cocina donde se guardaban también los saquitos de nueces y el azúcar para los merengues. A hurtadillas leía y repasaba a toda prisa las páginas de una realidad que la dejaría completamente al margen. "


Trieste, y hasta que el lector no se ha afianzado en el estilo de Daša Drndić, puede resultar una novela engañosa porque su comienzo parece una novela histórica de las de siempre, pero Daša Drndić asimila la fragmentación de los tiempos que está narrando a su estilo: la Europa desorientada y caótica de la Segunda Guerra Mundial, se refleja en la desorientación que sufre la familia de Haya Tedeschi, la protagonista, y por supuesto en el estilo fragmentado va convirtiendo la lectura en una experiencia muy inmersiva, muy sebaldiana, en la que Daša Drndić mezcla ficción con hechos históricos, deteniéndose en algunos personajes reales y mezclándolos con los ficcionados. El hilo conductor va a ser la familia Tedeschi, y sus hijos, en este caso Haya.


"Haya se quedó mirando a la mujer que sacó de su bolso el espejo donde quedó atrapado un rayo de sol. Esa mujer sonreía a sus hijos como Ada nunca había sonreído a los suyos. Haya observaba a los chicos en sus trajes azules y sintió deseos de preguntarles: ¿En qué lengua hablan ustedes?. Y también le hubiese gustado decirles: Me llamo Haya y si quieren puedo cantarles una canción en esloveno."


Trieste comienza con Haya Tedeschi, una anciana frente a una cesta roja repleta de fotografías, recuerdos, artículos del pasado… esperando a un hijo perdido, un hijo que le fue arrebatado cuando apenas tenía un año de edad en plena ocupación alemana. A partir de aquí, la autora nos sumerge en el pasado de Haya en un capitulo que ocupa el primer tercio de la novela, titulado La Familia Tedeschi. Aparentemente lo que se nos cuenta en esta sección puede parecer tan tradicional como cualquier novela histórica: la historia de una familia, los Tedeschi, afincados en Gorizia, una ciudad italiana en la frontera con Eslovenia. Cuando nace Haya corre el año 1923, y anteriormente, Daša Drndić nos había narrado el discurrir de sus padres Florian y Ada hasta que se conocen. Es una sección narrada con una belleza que hechiza, contada como un cuento en el cual el horror queda siempre en un segundo plano.


"-Saben que soy judío-, dijo Florian Tedeschi. El aire de la noche era tibio. Las ventanas estaban abiertas. Se oía el rumor del mar. No había luna."


Los Tedeschi son judíos asimilados, reconvertidos en católicos en un intento por escapar de la persecución judia. Quizá este sea uno de los temas más fascinantes de esta novela, la forma en la que el ser humano intenta protegerse, mimetizándose, sobreviviendo como puede para resistir la barbarie de los tiempos. Su familia, al igual que Haya, quiere ignorar lo que sucede a su alrededor. La ignorancia quizás sea el estado más cómodo y si el problema no se verbaliza, se hacen a la idea que no está pasando, no hay crímenes, no hay trenes en dirección a los campos de concentración... Los Tedeschi son una familia de bystanders, no hacen preguntas, obedecen, callan, hacen bautizar a sus hijos convirtiéndose al catolicismo o haciéndose pasar por fascios, como cuando Florian, el padre anuncia “me he acercado al centro de los fascios y me he hecho miembro”. Nadie lo cuestiona, ni siquiera el lector porque entendemos que son una familia de supervivientes.


Creían que al haberse convertido al catolicismo, estaban a salvo. Y creían en ese futuro mejor aunque las promesas fueron envolviendo sus vidas con una tela negra y espesa hasta convertirlos en grandes capullos de seda. Sus pulmones quedaban aplastados dentro del envoltorio, pero ellos se creían mariposas."

[...]

"Los que se quedan a un lado nunca expresan sus pensamientos, no dicen cuál es su equipo favorito, porque ellos simplemente están allí y miran lo que pasa como si no vieran nada, como si nada estuviera pasando. Ellos viven según las leyes de este u otro gobierno y eso a la larga resulta beneficioso, sobre todo después de una guerra. Hay muchos bystanders, de hecho son mayoría." 

 

Es una atmósfera que Haya ha respirado desde niña y no cuestiona lo que está pasando a su alrededor, la barbarie, la desapariciones de los judíos. Pero los Tedeschi no están seguros en ninguna parte, y el dominio fascista los va haciendo recorrer diferentes lugares de Italia, Albania, hasta que también es ocupada, y la vuelta a Italia en 1943. El holocausto judio parece no afectarles, siempre con un perfil bajo esperando que los tiempos mejoren. Un día de 1944, cuando Haya tiene veinte años conoce a Kurt Franz, un oficial de la SS y un año después nace su hijo.


"Ella, Haya, nunca se había sentido nada en especial y aun se siente así. Se percibía a sí misma simplemente como la hija de alguien, la hermana, la amante, la amiga, pero nunca se había sentido obligada a una entrega sin condiciones a los que le eran próximos. Ella se sentía ligera, esto es cierto, liberada del peso muerto de la lengua materna, de la historia nacional, de la tierra de nacimiento, de la patria..."


A partir de esta primera sección en torno a la familia Tedeschi, Daša Drndić convierte su novela en una historia fragmentada, medio experimental con secciones de archivo en torno a los horrores del Holocausto, extractos de las entrevistas de Claude Lanzmann a las victimas, transcricpiones de juicios, fotografías..., y no se corta un pelo para relatar algunos hechos: la implicación ambigua de la Cruz Roja suiza en las deportaciones de los judíos en los trenes que los llevaban a los campos de concentración, el tormento que sufrieron los hijos de los nazis que tuvieron que cargar con una culpa que convirtió sus vidas en una pesadilla e incluso en una incursión totalmente kamikaze, dedica varias decenes de páginas a un listado de nombres, judíos, erradicados de la faz de la tierra, nueve mil nombres y cada uno de estos nombres sobre el papel contenía una historia, una vida. "Castración, esterilización, procreación controlada, fornicación y prostitución fueron las armas más potentes del Reich, fueron la obsesión mayor del Reich, lo mismo se puede decir de la Iglesia "" Daša Drndić no está aquí para juzgar, sino para relatar, para mantener vivas las historias. La técnica de Daša Drndić nos recuerda continuamente a Sebald, ficción y realidad y al mismo tiempo sazona el texto con momentos dedicados a Claudio Magris, Borges. Thomas Bernhard o Danilo Kis, entre otros. Es una estructura fascinante porque en algún momento el lector se puede encontrar perdido en la fragmentación pero es que está leyendo sobre unos personajes que también andaban perdidos, asi que la inmersión es completa... la autora  está llevando hasta sus últimas consecuencias esta fragmentación porque los tiempos fueron una aberración y Daša Drndić nos enfrenta a ello a corazón abierto. Una novela fascinante, absorbente y a flor de piel sobre la memoria, y hasta qué punto el pasado nos sigue condicionando. Maravilla.

La traducción del croata es de Simona Skrabec


"Y el pasado es una dama elegante que no se quiere morir. El pasado se viste siempre con nuevos trajes, se esconde detrás de nuevos rostros, pero los conecta a todos en un solo relato. El pasado es como Drácula, el pasado es un vampiro, el pasado vive una existencia parasitaria. El pasado bebe la sangre de los vivos. El pasado es una dama que se ha reservado el papel de una amante." 



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