Amras, de Thomas Bernhard

 


 

 ⭐⭐⭐⭐⭐

♫♫♫ Sufferin' in vain - Suicide ♫♫♫ 


"Paseaba y me fingía un paseo.. no era capaz de dar un paseo, me había fingido mi paseo hasta Wilten, fingido la tarde entera, mi miseria entera, fingido solo nuestra miseria entera.. actuaba dentro de mi conmigo, como conmigo, como en una mala novela… porque un paseo fingido no es un paseo, aunque sea a pesar de todo un paseo… solo me parece como un paseo, como el paseo de un paseo… así pues, me fingí ese paseo mío, y de hecho el paseo fingido de un paseo que no era un paseo, junto a Walter, en la sala de espera del internista…"


Aunque en esta primera cita elegida para este comentario parezca que Bernhard vuelve a sumirse en sus repeticiones interminables, es solo pura apariencia, aquí no hay tanto de bucle repetitivo pero sí mucho de claustrofobia, oscuridad y noche casi eterna. No sé si esta puede ser la historia más claustrofóbica de las que llevo leídas de Bernhard, quizás porque es un relato (largo) y no da pie a que el lector termine de respirar aire puro, cosa que si ocurre con sus novelas, y aunque no se puede decir que Bernhard sea la alegría de la huerta, en todas sus anteriores historias había humor soterrado, aquí nada de nada. Debe ser porque Amras es de 1964, inmediatamente posterior a su primera novela, Helada (1963) así que intuyo que todavía andaba tanteando su estilo. Helada es una novela soberbia y que después de dos años, no he podido quitarme todavía de la cabeza, me impactó muchísimo en su momento sobre todo por lo que se intuía que vendría después. En este aspecto Amras se le parece porque Helada también adolecía de ese sentido del humor negro negrísimo. El título hace referencia al distrito de Amras en Innsbruck, así que volvemos a Austria, a esta patria de la que abjuraba tanto, y leo por ahí que Bernhard describía Amras como su obra favorita. Se puede decir que no es exactamente un relato novelado sino que es una recopilación de cartas, notas de diario, aforismos, un diario en primera persona de K. que viene a refugiarse a una torre con su hermano tras el suicidio de sus padres. Tal como los retrata Bernhard, parecieran dos hermanos vampiros que solo se atrevían a despertar durante la noche. La torre en la que viven es al mismo tiempo tanto una prisión como un refugio frente al mundo. Su tío materno se hace cargo de ellos tras el suicidio de sus padres, los deja en la torre en un intento por evitar que acabaran en un manicomio y los visita una o dos veces por semana. La torre viene  a ser ese espacio físico cerrado, aislado, tan habitual en las obras de Bernhard, un lugar que puede ser el infierno en la tierra o el paraíso para perderse en uno mismo, o las dos cosas al mismo tiempo.


De vez en cuando durante el crepúsculo, cuando la noche profunda se había convertido en otra aun más profunda que, según creíamos, nos calumniaba, cuando las sienes de las montañas, las paredes que cortaban las aguas del Sill, cuando los barrancos sin eco a causa del rugiente Sill oscurecían imperdonablemente hasta la desfiguración de nuestro mundo circundante y, con ello también, nuestro mundo interior, lo oscurecíán y lo mutilaban, nos atrevíamos a salir."


Ambos hermanos están enfermos (“He necesitado cuatro días para acostumbrarme a mí…,”) y su tío teme que cometan el mismo suicidio de sus padres. A través de estas notas fragmentarias de K. en torno a cómo se siente y a la relación con su hermano Walter, vamos descubriendo que casi no existe salvación para ellos: Nuestra relación no estaba exenta de animosidad… en efecto, nuestro mutuo desafecto innato, natural en nosotros, era en realidad la fuente de nuestro afecto, de nuestras obligaciones fraternas, de nuestra petrificación. Vivíamos con el más alto grado de dificultades como personas, que viven juntas dolorosamente y calmábamos nuestro dolor tanto como era posible… eso nos debilitó con el tiempo… el elevado arte de acudir en nuestra ayuda lo habíamos dominado ya pronto como nadie y, después de la catástrofe, pudimos desarrollarlo más aun…”, así que aunque los hermanos estén unidos y solo se tengan uno al otro en el mundo, realmente son dos seres totalmente contrapuestos, y diferentes. Uno del tipo artístico, Walter, y K, científico, del que Walter parece el más débil, aunque se podría decir, que llegado a su final, me parece el más fuerte aunque K. le sobreviva. Ese conflicto entre la sensación de desconectar uno totalmente de sí mismo y por otra parte ese aislamiento absoluto que sale a relucir una y otra vez en la obra de Bernhard, son el punto fuerte de Amras. La lucha continua por salir de esa noche eterna en la que no ven la salida, o la única salida sería mirar por la ventana…


Solo rara vez nos atrevíamos a acercarnos a la ventana y tirar de los postigos; mirábamos desilusionados , nos parecía en el lamento de la tormenta, los manzanos irremisiblemente atrofiados, en medio de un paisaje de alta montaña, sordo de pura oscuridad y enigmas naturales y conmoción de la razón, según nos parecía, y curiosamente ruidoso y, como si fuera solo en apariencia, poblado de seres humanos muy abajo, al final del manzanar, donde estaba el circo, espectral, inquietado en su extravagancia, solo en sus superficies negras y pardas y blancas, aquí y allá, y que solo existía suburbanamente siempre en medio de hechos delictivos y provocaba el hastío…”


El suicidio de sus padres provocado por la enfermedad del Tirol que padecía su madre (epilepsia tirolesa) y por otra parte, por las deudas del padre, derivadas de esa misma enfermedad, son un tema que se repite una y otra vez durante el relato. Esa torre en la que se refugian (“En la torre, de pronto, tuvimos plena conciencia de lo más oscuro, en algunos instantes… en la torre cobramos conciencia de nosotros mismos, allí nos contemplamos, por primera vez, desde fuera y desde dentro…”), porque de alguna forma su tío intenta protegerlos del exterior y de sí mismos, no sabemos hasta qué punto resulta una metáfora un tanto ambigua, porque hay recuerdos de infancia relacionados con la torre, metáfora de refugio, pero sin embargo, ya en ese estado en que se encuentran los hermanos, el refugio es la misma prisión que sentían cuando vivían con sus padres, así que la enfermedad de Walter va empeorando mientras su hermano es testigo de su decadencia (“Yo era un numero monstruoso de existencias, un numero monstruoso de posibilidades”), ni el arte ni la ciencia resultan distracción suficiente ante este panorama. De alguna forma Bernhard nos está anticipando al hecho de que esa enfermedad  no tiene vuelta atrás, están sentenciados a autodestruirse.


Durante toda mi vida he intentado liberarme de mi mismo y de Walter, de toda mi familia, de las muchas generaciones de nuestra familia, intentado hacerlo mediante artimañas materiales, artimañas intelectuales, sin éxito… he salido de algo caótico para caer en otro… siempre he tenido que morir lentamente de las enfermedades mortales del Tirol, de las enfermedades mortales de nuestra familia.”


Bernhard coloca a dos hermanos al borde de sí mismos, y los observa desde una distancia, una distancia que no sé si es real porque K. el narrador, podría ser el mismo Bernhard observándose a sí mismo. Ese momento de inflexión de refugiarse en la torre podría haber resultado en vez de en oscuridad, quizás en un renacer de estos hermanos al vivir en un lugar tan conectado a su infancia, pero Bernhard parece decirnos que no hay salida. Por eso y por ahora, me parece la más claustrofóbica de las obras hasta ahora leídas suyas y como ya mencionaba al principio, estoy segura de que es por su corta extensión, aquí Bernhard no da tregua en lo que a tinieblas se refiere (en Helada había también mucha tiniebla) porque para Bernhard casi que el paisaje, las montañas, la oscuridad de los bosques, y hasta los que habitan ese entorno aislado, son la causa de esta enfermedad.


En el fondo solo existe lo que nos ha atormentado y lo que nos atormenta, solo existe lo que nos atormenta siempre (para nosotros); lo que nos ha seducido, el que nos ha seducido… todo lo demás, todos los demás, para nosotros, no ha existido nunca… nadie que alguna vez no me hubiera atormentado y me hubiera seducido… Cuánto mayor sea el tormento que (él) me causó, tanto mayor, etc.… Nuestra madre nos causó nuestro mayor tormento, sus mayores tormentos, nada más que incesantes tormentos hasta en los detalles pequeños y pequeñísimos… tormentos exactamente calculados (calculados por ella)…”


Y esa naturaleza que tan bien define Bernhard, una naturaleza asfixiante y agobiante es el espejo de ellos mismos: Durante toda mi vida: no quiero ser yo, yo quiero ser, no ser yo…,” así que nunca nos quedará claro si existe realmente un exterior fuera de esa torre, o si existe una realidad más allá de ese punto de vista de K. Confieso que B. cada día me tiene más loca, porque aunque puede parecer que siempre cuente lo mismo, no es así, y en Amras veo quizás su historia más despojada de todo lo externo, reafirmando continuamente el mundo interior de estos dos hermanos. La trama se interrumpe continuamente por cartas, fragmentos literarios, aforismos, que es una forma de cómo se expresa la mente del narrador, fragmentada. En definitiva, una obra corta pero no por ello menos intensa. Por ahora y en mi opinión, su más íntima y desesperanzadora.

La traducción es de Miguel Sáenz.


La conciencia de que no eres más que fragmentos, de que las épocas cortas y bastante largas y larguísimas no son más que fragmentos… de que las duraciones de ciudades y países no son más que fragmentos… y la Tierra fragmento… de que toda la evolución es fragmento… la perfección no es nada… de que los fragmentos han surgido y surgen… no hay caminos solo llegadas… de que el final es inconsciente… de que entonces no habrá nada sin tí y de que, por consiguiente, no habrá nada.”

 

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