Muy lejos de casa, de Peter Carey

 


 ⭐⭐⭐⭐

♫♫♫ Take The Long Way Home - Supertramp ♫♫♫

 

 "Por supuesto que tenía mis propias cicatrices y miedos, mi profunda sensación de desarraigo, de que no era de aquí, de que este no era mi paisaje, de qué se me había negado mi territorio natural que con tanta precisión había representado Caspar Friedrich."


Peter Carey se define a sí mismo como un escritor australiano a tiempo completo que vive en Nueva York y que piensa en Australia todos los días. Es una frase que me saltó en una entrevista y que enseguida me impactó porque es una cuestión que por motivos familiares y personales me ha tocado vivir muy de cerca, el añorar a tu país todos los días aunque tengas ya allí tu vida hecha en el país de acogida, e incluso en esta entrevista, Carey se refiere al hecho de que después de años la gente lo sigue viendo desconectado de la la experiencia general, como si llevara allí poco tiempo, como si estuviera de paso. El caso es que este libro va sobre todo de eso, creo, sobre un escritor australiano que sigue añorando su tierra aunque quizás esa distancia le esté proporcionando también una lucidez objetiva en lo que se refiere a los horrores del pasado, y que igual le resulta más dolorosa precisamente por eso, porque es capaz de verlo con más objetividad. Y quizás por esto me gusta tanto el título de esta novela, "Muy Lejos De Casa", que en mi opinión  se puede referir tanto a la trama de la novela como a la evocación personal del mismo Peter Carey sobre lo lejos que se encuentra de un país  del que se acuerda cada día.


"La cabeza me daba vueltas. Yo era una tormenta ambulante de ira y pena, un willy-willy de veintiún años a punto de llevar a cabo un acto que duraría un segundo y perduraría toda una vida."


Me ha recordado muchísmo en su temática más esencial a lo que hizo Richard Flanagan en su Question 7 porque Peter Carey estará sobre todo interesado en destacar el genocidio sobre los aborígenes cuando llegó el hombre blanco al continente australiano, pero sobre todo y lo que más le interesa es conectar el pasado con el presente, demostrando que incluso el hombre blanco más rubio lo más probable es que tenga algo de esta sangre aborigen. Richard Flanagan lo abordaba desde una perspectiva personal, desde la autoficción, aquí Peter Carey construye una historia que parece una cosa, un road-book, para convertirlo en una novela cada vez más íntima, más existencial se podría decir en torno a la búsqueda de identidad usando el paisaje australiano como auténtico motor de una novela en continuo movimiento. La Naturaleza siempre presente y testigo perenne de la desposesión de la identidad cultural de los aborígenes es la testigo de todo el horror que el hombre blanco sembró a su paso, el auténtico y gran personaje de una novela que se va desvelando como una caja de sorpresas.


"Proseguimos a través del paisaje desolado, dando vueltas y más vueltas por colinas cobrizas. Si aquel era el corazón de nuestro país, no había visto nunca nada tan pétreo, tan vacío, tan interminable, sin vida más allá de los azores a la caza, volando en círculos, mientras nosotros estábamos sentados cada uno por separado, ocultando a los demás nuestros tapices de dolor e historia previa."

 

La trama está basada en una carrera de coches, la Redex Trial, que lleva la marca de un aditivo para aceite Redex y que tuvo lugar en Australia entre los años 1953 y 1998. La idea de la carrera era probar la fiabiliad de los coches y no tanto su velocidad o resistencia de los conductores ya que estos conductores podían hasta ser intercambiados a lo largo de los miles de kilómetros de esta carrera. Así que Peter Carey construye una novela situada en 1954 con el tema base de una carrera de coches a lo largo de toda Australia para hablar realmente del tema que le interesa: Australia desde el punto de vista de su identidad. Y para ello construye un relato bajo la perspectiva de dos narradores: Irene Bobs, un ama de casa madre de dos niños continuamente incentivando a un marido más pasivo para que tome las riendas de un negocio que nunca llega y que ve en la carrera Redex una posibilidad para darle visibilidad al tan ansiado concesionario de coches que quieren adquirir y que nunca se materializa. Y por otra parte, el otro narrador, yo diría que clave, para que la novela tome otro cariz y se aleje de esta posible novela de aventuras, será Willie Bachhuber, de ascendencia alemana, expedientado por haber castigado a un alumno por racista. Bachhuber se convierte en vecino de los Bobs y a partir de aquí se embarcaran en la aventura de esta carrera de coches por Australia. Dos narradores además, acertadísimos los que retrata aquí Peter Carey porque tanto Irene Bobs como Bachhuber se convierten en personas fuera de un sistema completamente jerarquizado por el hombre blanco: una mujer pequeñita y de armas tomar intentando sacar adelante un negocio embarcándose en una carrera normalmente reservada a los hombres, y Bachhuber, un profesor erudito y experto en mapas, será el otro contrapunto a esa Australia de machos blancos que todavía llevan el poder colonizador a cuestas.


Volví a quedarme dormido y desperté al desastre en que se estaba convirtiendo mi vida. Pronto cumpliría veintisiete años y había vuelto a echarlo todo a perder. Estaba a la deriva, sin nada a lo que aferrarme, nada de lo que decir, esto es lo que soy como un trabajo, un negocio, una creencia, una mujer, un hijo, un futuro. No era nada en concreto. No tenía ninguna pasión que me impulsara.”


Ambos narradores asumen  la carrera como un desesperado intento de reordenar sus vidas, aunque todavía no lo sabían: Irene para sacar a su pasivo marido del control autoritario de su padre y que levante un negocio y Bachhuber, el profesor caído en desgracia, para encontrar una motivación a una vida a la que no le ve sentido. Es un experto en mapas con lo cual, será el copiloto perfecto. Sin embargo, esta novela aunque tenga la apariencia de road-movie, de aventuras y de ritmo,  a medida que se van sumergiendo en la profundidad del paisaje australiano, ellos a su vez irán cambiando tal como irá mutando la novela en sí misma. Irene irá percibiendo cosas que no están bien en su propia vida: "Su mirada era la de un desconocido y pensé en mi hermana, a quien hasta entonces no había entendido nunca. Podías estar casada con un hombre y no saber quién era realmente. Y ahora yo era un campo de caña de azúcar rugiendo en la noche, consumida por el fuego." Sumergida en el torbellino de la carrera y sus problemas, va cuestionando su propia vida y su matrimonio a medida que van surgiendo huellas en el paisaje australiano de que el hombre blanco ha dejado el horror a su paso por allí, profundas huellas ya marcadas a fuego: Bachhuber me indicó el camino por terrenos de playa seca, colinas y mesetas, áridas llanuras de gramíneas rojizas. Había más arboles de lo que esperaba. Dios sabe cuantos asesinatos había enterrados ahí debajo, enredados en sus raíces.”


"Pasé toda mi vida en Australia convencido de que era un error, de que mi lugar estaba en otra parte, localizado en un mapa con topónimos alemanes. Había vivido con la expectativa de que algo espectacular me sucedería, o llegaría, deus ex machina, y era, en ese sentido, como un hombre en cuclillas en un andén solitario listo para saltar a bordo de un tren en marcha.  Había huido de Adelaida cuando en realidad debería haberme quedado en la casa parroquial. Me había casado cuando en realidad habría sido más feliz soltero. Había huido del adulterio de mi mujer, había dejado el único trabajo que encajaba conmigo…"


Cuando llega la última parte de la novela, la historia da un giro y se convierte casi en otra novela completamente diferente con Bachhuber como protagonista absoluto. Bachhuber se desvía de la carrera y Peter Carey lo sumerge en esa otra Australia, la del hombre aborigen. Esta es mi parte favorita de la novela y merece la pena porque lo que parece un sueño alucinatorio que esté sufriendo Bachhuber no es otra cosa que la verdadera realidad, la que le hace enfrentarse a sí mismo, a sus fantasmas, a su pasado, a la auténtica Australia. A lo largo de toda la novela nos hemos encontrado con comentarios del hombre blanco continuamente midiendo la raza, el color de piel, intentando dilucidar en una mirada hasta qué punto la persona pueda ser un blanco puro¿Estaban siempre atentos a los indicios de sangre mestiza?”. Llegado a esta última parte de la novela, la que creo que de verdad le interesa a Carey, Bachhuber perdido en la Australia más real, la más desconocida, la novela adquiere ese tinte esencial que casi la convierte en un relato existencial.

 

"El Departamento de Educación de Australia Occidental había indicado explícitamente que no debía reforzar creencias primitivas. Me pagaban veinte libras a la semana para borrar el pasado, para modernizar a los negros, para volverlos lo más blancos posible con la esperanza de que crecieran para trabajar como arrieros y chachas y punkah wallahs."

"Así comprendí que Quamby Downs era una suerte de prisión en la que a menudo era imposible cumplir las obligaciones morales y religiosas del folklore aborigen, y aquello puso de manifiesto la causa de la terrible actitud letárgica de la gente. Eran exiliados a los que se les había negado lo que daba significado a sus vidas."


Carey intuyo que usa esta novela para zanjar muchos asuntos, para reafirmar  el horror de su país al negar las historias y la identidad de los primeros pobladores de su tierra. Bachhuber, el personaje clave, sirve aquí como conexión entre el mundo del hombre blanco y occidental y el paisaje aborigen. Rescata la historia, el pasado, usa los mapas para definir el territorio y la identidad perdida porque ya sabemos que los mapas delimitan y ponen nombre a un territorio, y este hecho es esencial a la hora de definir una historia como la que cuenta aquí Carey, la auténtica realidad de lo que ocurrió y cuando llega esta última sección de la novela, veremos ese otro punto de vista, el de la identidad perdida:


"El capitán Cook vino de la gran Inglaterra. Llegó a Sydney. Coge todos los libros de Londres, en la gran Inglaterra. Trae muchos hombres, mucho caballo, rifle, buey. Dispara, dispara a las mujeres, tumba a los niños. Luego coge sus cosas y vuelve a su barco y gira por Australia. Llega a esta parte de aquí. Mucha gente aborigen en esta bahía.

El capitán Cook mete la bala en el cargador, comienza a disparar a gente, igual que en Sydney. “Muy bonito este país”, pensaba el capitán Cook, “Por eso limpio gente, la saco”.


Quizás la única pega que le pueda poner a la novela sea que el personaje de Irene se vea ensombrecido en la última parte en favor de Bachhuber, en el sentido de que este personaje femenino es lo suficientemente interesante y atractivo para haber merecido más en la última parte. Irene, una mujer llena de ilusiones y energía al principio de la novela va sufriendo un proceso de cambio al descubrir que su felicidad estaba basada en una ilusión. Y sin embargo, tiene sentido que esta fuerza de Irene se vea reemplazada al final por Bachhuber porque realmente es en este personaje donde reside la esencia de lo que es Australia y lo que finalmente quiere contar Peter Carey: confrontar la brutalidad del pasado colonial (una brutalidad de la que se dan muchas muestras durante toda la novela), para configurar la identidad actual de esta tierra que parece desconectada del resto del mundo, como diría Carey. En resumen, una novela distinta, imprevisible, llena de ritmo sobre la evocación de una Australia como solo pueda verla un Peter Carey desde una distancia objetiva pero también de pura añoranza. Es un autor que me ha sorprendido porque pasa de un punto a otro, de un diálogo, casi elíptico, a otro sin sonrojo, unos diálogos además que parecen estar fuera de la trama, pero que en realidad están muy bien encajados, con personajes que parecen raros y extraños, cambia de escenarios y de tramas siempre inesperadamente, puede que descolocando un poco al lector pero eso es bueno, creo, porque es una manera de no acomodanarnos, de participar activamente en lo que no se dice pero que intuímos  que bulle bajo la superficie: el pasado sigue estando muy presente y tal como decía Richard Flanagan en su Question 7: Life is always happening and has happened and will happen…”

La traducción es de Alberto Moyano Muñoz


"-Hicimos cosas horribles. Lo sabe ¿no?

- Sí.

- No solo los alemanes. Ya me entiende."

 

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