Diario escrito en invierno, de Emmanuel Bove

 


 ⭐⭐⭐⭐⭐

♫♫♫ "O Solitude, My Sweetest Choice", Z.406 - Purcell: Songs & Dances ♫♫♫

 

"La reclusión es una vanidad como cualquier otra. Uno empieza a juzgar al prójimo  desde las alturas de su superioridad moral, desciende luego un poco y luego un poco más. Paulatinamente los demás van entrando de nuevo en su vida; no como hacían antes, en calidad de adversarios o amigos, sino como emisarios de bagatelas. Pero estas bagatelas, al entrar en contacto con la propia indolencia, cobran la misma importancia que los grandes sucesos de otro tiempo. Y un día uno se da cuenta de que no está viviendo en absoluto como había deseado, sino igual que antes."


Vuelvo a Emmanuel Bove ya en la parte final del año en que precisamente lo he conocido, yo que no era mucho de literatura francesa, y sin embargo, descubro en Bove una mina de oro literaria. Sus novelas suelen ser cortas, no llegan a las 200 páginas y sin embargo me sigue fascinando todo lo que consiguen condensar tan pocas páginas. Esta novela fue publicada en 1931, un periodo de entreguerras que funcionan como un espejo para que Bove pueda plasmar en sus textos la incertidumbre de los tiempos, y la inquietud que se respiraba en la atmosfera de una generación que se sentía tan perdida como fracasada. Esta novela de Bove es un poco diferente a las otras que leí suyas porque está formulada como un diario que transcurre en cuatro meses y que vienen a reflejar los últimos coletazos de una pareja: en estas entradas entre octubre y febrero, el lector será el testigo implacable de la descomposición de un matrimonio como si lo estuviera controlando desde un microscopio.


"Mientras yo me desvivo por medir mis palabras para que no trasluzcan ningún sentimiento interesado, mezquino o hinchado de vanidad, ella cree que oculta tan bien sus cartas que puede permitirse los cambios de parecer  más peregrinos sin correr ningún riesgo."


Uno de los detalles que diferencian Diario escrito en invierno de Mis Amigos, Henri Duchemin y Un padre y su hija, viene a ser que el entorno social es bastante diferente, aquí no hay pobreza, sino que el narrador es un tipo acomodado al que las preocupaciones económicas no acucian como venía siendo habitual en lo que yo conocía de Bove, y aunque este narrador comparte casi el mismo perfil psicológico de sus anteriores narradores en el sentido de su obsesiva inseguridad, esta inseguridad o complejo de inferioridad lo sitúa Bove en el entorno del matrimonio siendo su mujer, Madeleine, la depositaria de todas sus inseguridades. Aunque aparentemente el narrador comience este diario hablando de su esposa y de sus amigos narrando anécdotas, conductas o episodios aparentemente banales, siempre lo hará desde un tono de superioridad moral y pronto el lector comenzará a percibir que este narrador no es muy confiable. Cuando vuelve al pasado y hace un recuento de sus anteriores parejas, se vislumbra que algo no funcionaba bien en su relación con ellas Ella era muy sensible. Después de abandonar a su familia y mudarse conmigo, se tornó inquieta, asustadiza. Apenas pronunciaba palabra, se convirtió en un ser pasivo como privado de voluntad.” El narrador quizás sea consciente de que ellas lo acaben abandonando por cómo las cuestiona, por lo celoso y por lo desconfiado, por montar escenas sin venir a cuento y por castigar con los silencios, sin embargo de cara al diario, se justifica adoptando un tono condescendiente y paternalista en lo que se refiere a ellas. Así que cuando comienza la novela, puede parecer que Madeleine es una mujer frívola y superficial Es de esas mujeres que siempre piensan que uno exagera, por sensato que sea lo que uno critica. No ve más allá de sí misma, sin embargo, cuando somos conscientes de que realmente estamos leyendo la perspectiva de un manipulador nato que trata de justificarse a través de este diario, es cuando de verdad participamos activamente en la novela. Es casi la misma experiencia que tuve leyendo “Lolita” de Nabokov, donde también el narrador adoptaba un diario como justificación a sus conductas.


"Tengo las mismas ocupaciones que la gente que me rodea, voy al teatro, lo paso bien, pero en el fondo de mi alma  siempre hay un remanente de infelicidad, de insatisfacción. Amo a Madeleine con locura, me pongo celoso y creo que mi vida se iría al traste si me abandonara. Pero al mismo tiempo algo en mi se rebela contra esta dependencia. En cuanto me quedo a solas ese algo despierta y desaparece el resto, y yo sufro. No.puedo estar solo pero aborrezco la compañía. Quiero a Madeleine y, al mismo tiempo, no la quiero. No pasa un día sin que vaya a ver a una amigo y me arrepienta a medio camino. Lo que más me perturba es que soy infeliz a todas horas, pero a todas horas me conduzco como un hombre feliz. Nunca llego a disfrutar del todo mis momentos de felicidad."


Básicamente los protagonistas de Bove arrastran traumas del pasado, de la infancia, son unos egoístas redomados y se desenvuelven entre las apariencias en forma de relaciones sociales aunque  lo que de verdad ansíen sea la soledad y el aislamiento. Y da la impresión de que el objetivo final de los protagonistas de Bove sea la autodestrucción, agónicamente infelices arrastrando una desesperanza que les acompañará como una sombra. En el caso concreto de esta novela, Bove sitúa esta autodestrucción en el espacio de un matrimonio en el que el narrador vuelca su insatisfacción vital en Madeleine, su mujer: “No hay nada más penoso que aplastar de este modo el orgullo ajeno. Cuando uno pierde los estribos y se topa con la indiferencia del adversario, una voz le insta a gritos a emplearse más a fondo. Las que precisa se las suministra la ira. Por amor propio no osa pedirle perdón y conserva las posiciones estratégicas que tanto le ha costado tomar, aunque ya no las quiera.” Impacta la forma en que Bove nos retrata el perfil de este manipulador, que usa los celos como excusa para destruir el equilibrio de la pareja, y Bove se atreve a adentrarse en estos rincones oscuros del ser humano que en ocasiones se convierten en pura perversión.


"Sí, pesa sobre mi un desaliento atroz. Heme aquí, con 40 años cumplidos, de vuelta a la casilla de salida. Si vuelvo a comenzar de cero, lo haré extremando la prudencia. Aún así ¿lo lograré? La prudencia, la comprensión, todo es inútil. Está el desaliento, y nada más.”


También me ha recordado mucho a Proust este Diario escrito en invierno, el Proust de los celos autodestructivos, el de la puesta en escena para humillar y salir airoso de la mentira, el controlador que espía no solo para satisfacer su curiosidad sino para evaluar si sigue siendo el centro del universo de la otra persona, el del hoy te quiero y mañana no, dependiendo de mi estado anímico. Realmente el perfil psicológico que aquí consigue crear Bove en este narrador puede ser de los más potentes de los que llevo leídos suyos y todavía estoy dudando de si no es la mejor de sus novelas porque el monólogo interior, el flujo de conciencia de este narrador es puro terror cuando consideramos hasta qué punto es capaz de llegar una persona en su manipulación y destrucción no solo de sí mismo, sino del refugio familiar. Los protagonistas de Bove siempre ociosos, deambulando sin rumbo y lamiéndose las heridas, creen que la solución a su desgracia debe venir de fuera y no desde ellos mismos, quizás por eso sus textos resulten tan desoladores aunque su estilo narrativo sea todo lo contrario, directo y transparente. 

La traducción es de Alex Gibert. 


"Pero la alegría caduca y reaparece el hastío y pronto es preciso un nuevo estímulo. ¡Qué peligrosa es la condición del hombre! ¡Con qué sinceridad se lamenta por la felicidad perdida cuando se ve en el fondo del pozo! ¡Y con qué ligereza y despreocupación vuelve a ponerla en peligro!"

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Algunos momentos maravillosos de este 2024

[Leyendo] Diciembre...

Indigno De Ser Humano, de Junji Ito (Adaptación de Osamu Dazai)