Volver a casa, de Chris Offutt
♫♫♫ Take Me Home, Country Roads - Lana Del Rey ♫♫♫
“Le sostuvo la puerta y Ruby salió a la humedad envolvente de Kentucky. Respirar el denso aire del hogar era como ponerse un viejo jersey favorito encontrado en una caja olvidada en el altillo.”
En las historias de Chris Offutt el espacio rural es casi siempre una proyección emocional de sus personajes, el paisaje como estado mental que define a estos hombres y mujeres a los que les resulta imposible desconectar de los cerros, de esta tierra de Kentucky. En otras crónicas sobre Offutt siempre he señalado cómo me ha llamado la atención la desesperada necesidad que tienen estos personajes de alejarse de estas montañas y de estos pueblos claustrofóbicos pero al mismo tiempo una vez alejados, nunca dejarán de soñar con el regreso. Este espacio rural está continuamente presente, es la memoría que activa esta conexión con un paisaje físico tan envolvente como lo es la prosa de Offutt. Los personajes de cada una de estas historias entienden enseguida que una vez asentados fuera de estas montañas, no significa que la realidad vaya a ser benévola con ellos, todo lo contrario: una vez alejados de este aislamiento formados por bosques impenetrables, de caravanas convertidas en hogares y de montañas impertérritas, se van a encontrar con el hecho de que tampoco van a encajar en el nuevo espacio elegido.
"Las estaciones en Nuevo México iban al revés que en Kentucky: la primavera traía polvo, en junio las temperaturas alcanzaban a diario los 38 grados y en agosto llovía. Se había pasado todo el invierno esperando la nieve, pobre ingenua."
Es cierto que entre estas once historias que contienen Volver a casa, hay algunas con las que he conectado más que otras, pero en todas nos encontramos con la desesperada necesidad de encajar en un mundo agreste. Desde la niña y la protagonista de “De segunda mano” en la que un par de botas se convierten en el simbolo de la necesidad de encajar tanto para la niña como para Laura como dueña de un par de botas de piel de avestruz, hasta que llegamos al último relato “Porche trasero” en el que una anciana que lleva sesenta años fuera de estas montañas y vuelve a casa, percibimos el milagro de la prosa poética de Offutt. La disyuntiva de haber estado toda una vida recordando el hogar del que uno se fue, se da aquí en más de un relato… uno se ha convertido en otra persona, así que ¿cuál será nuestra percepción cuando volvemos?
“Con sus últimas fuerzas, se descalzó, se quitó los calcetines y hundió los pies en la rica descomposición del suelo del bosque. No podía decir dónde acababa la tierra y empezaba su piel.”
Comentaba en mi anterior crónica de los relatos de Fernando Morote donde la marcha de casa se podría englobar en tres frases (la ida/huida, el autoexilio/emigración, la vuelta a casa), que no siempre un personaje terminaba completando las tres fases, en algunos la última fase no llega a producirse aunque la memoria, el recuerdo de esa tierra puede ser más fuerte que si se hubiera completado esta última fase. En las historias de Volver a casa hay adultos que vuelven una vez recorrida toda una vida fuera del espacio físico que los vio nacer, pero vuelven maltratados, con cicatrices, y esto lo contrapone continuamente Offutt a esos otros jóvenes que están deseando huir de la dura realidad como en el caso de Betsy, la joven protagonista del relato “Guay”, una historia especialmente dolorosa por lo que significa para ella de bofetada de realidad cuando se aleja de las montañas. La realidad soñada, imaginada, no es tal cual y quizás es todavía más limitada que la que vivía en las montañas.
“Quiere hablar sobre nuestra relación. Kentucky es un estado grande y alargado dividido en dos partes: las montañas y el asfalto. Ella es de asfalto, y ya os podéis imaginar de dónde soy yo. La gente de las montañas no tiene relaciones. Tenemos bodas."
Los relatos de Offutt hablan sobre la búsqueda de identidad y la necesidad de encajar, de echar raíces y cuando se regresa quizás uno se esté enfrentando cara a cara con lo que huyó años atrás, y aquí es donde radica la complejidad de sus historias bajo esa aparente accesibilidad de su prosa. Una vez que buceamos en este lenguaje minimalista, y casi elíptico de frases cortas, entendemos que encierran mucho más que lo que se expresa verbalmente, capas y capas de vidas, de momentos, de desmoronamiento de una realidad difícil de soportar. La vuelta a casa puede ser igual de traumática que la marcha de ella años atrás.
La traducción es de Javier Lucini.
"La niña se concentró en los árboles ensombrecidos que iban dejando atrás en el crepúsculo. Laura recordó los trayectos interminables a la ciudad con su madre triste. Ella iba siempre mirando por la ventanilla, contando postes de teléfono y buzones, viendo las mismas casas y las mismas vías, deseando vivir en cualquier otro lugar."

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